Arleth
No puedo escuchar nada más que mi corazón desaforado, el golpe de mis zapatos y mi propia respiración mientras corro dentro del pasillo que me impregna las fosas nasales con el olor a desinfectante.
Gavrel viene detrás de mí y aún así, ese frío terrorífico me cubre al llegar con la enfermera.
No encuentro palabras para decir lo que quiero. Me niego a decirlo. No quiero hacerlo. No quiero aceptar que es así.
Es el ruso quien le dice a la enfermera lo que quiero, y con sólo escuchar el nombre de Timothy Holland, mis ojos se llenan de lágrimas nuevamente.
__ Acompañenme. - me dice la mujer, mientras solo puedo sentir cómo mis pies se adhieren al piso, sin querer avanzar realmente.
Quiero verlo. Quiero abrazarlo y que me reciba en sus brazos para reprocharme haber salido del concurso, dañando el vestuario o con las hebras de mi cabello mal acomodadas. Quiero escuchar que me reclame que haya perdido el control y esté a nada de echar a perder mi carrera. No quiero verlo aquí. No en…
Me niego a entrar cuando la enfermera abre la puerta, me giro hacia Gavrel, quién sostiene mi mano en todo momento, pero solo muevo la cabeza cuando encuentro sus ojos. No es necesario que diga nada, debo reconocer su cuerpo al ser la única persona cercana en la ciudad.
Imploro al cielo que sea mentira. Ruego porque me diga que me jugó una broma y que se fue a Roma sin mí. Pero dentro de mí, siento que eso no va a pasar.
Murió y su familia nunca vino, pese a que los esperó cada día.
No hay nadie. Su familia se alejó cuando supieron su orientación sexual y ahora…está solo. Me tenía a mí y decía que era suficiente, pero siempre supe que los necesitaba a ellos también.
Quería celebrar con ellos. Quería correr a su casa cuando estaba triste. Él los quería aún cuando le gritaron que “ya había muerto” para ellos, la única vez que me llevó a visitarlos un año atrás.
Mi pecho salta con el golpe de un proyectil, impactando directo a ese órgano que se agrieta en cuanto veo su rostro. La enfermera retira la tela que me acaba por destruir al ver las magulladuras en su rostro.
A él no le gusta tener una sola marca en la piel. Su nariz tiene sangre. Su labio está agrietado y su cabello está desordenado.
Mi mente se calcina al verlo cómo jamás lo imaginé.
El dolor me consume al verlo inmóvil y no sonriente. Mis ojos se llenan de una nube sofocante al verlo sobre la fría mesa de la morgue y no cuidando de su impecable traje. Mi corazón late con fuerza, cada latido es una punzada que me deja sin aliento.
__Tim… - susurro, mi voz se quiebra al intentar decir ese nombre que tanto odia.
Me acerco lentamente, aún cuándo cada paso es una lucha contra el deseo de huir. Extiendo una mano temblorosa y acaricio suavemente su rostro, recordando todas las veces que me animó, que me guió, que me apoyó.
“__...Si nos bajamos del barco, remo contigo así sea contra la corriente. - me mira con esa sonrisa que me reitera que es más que quién lee propuestas de trabajo. - Si nos quedamos, estaré también. Como tu manager, como tu consejero, como tu amigo y como un segundo padre guapo. - recalca recibiendo el abrazo que le roba una sonrisa.”
Ahora no está sonriendo. Ahora no me está pidiendo que no lo moleste porque está trabajando.
__ ¿Qué pasó? - me quema las paredes de mi garganta tan solo respirar. Me estaría echando en cara que esté llorando destruyendo el trabajo del equipo de trabajo. - ¿Te he dicho que te quiero hoy?
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Wildness
RomanceUn error, dos días, tres caprichos Una equivocación lleva a Gavrel con alguien diferente a lo que pensó. Sin preguntas, sin nombres ni vida además de la que coinciden esos dos días en que el desenfreno es el único protagonista de sus deseos. No se...