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Estaban cada vez más cerca las pruebas de fin de curso, y Seungmin lo sabía.

Contrario a lo que la gente que lo conocía de forma furtiva pudiese pensar, Seungmin era un estudiante impecable, y si alguna de sus notas estaba en juego, se encerraría en casa como si le hubieran condenado a arresto domiciliario y leería libros hasta la madrugada, solo para sentir el placer de ver un gran diez o un cien sobre la hoja de examen. Seungmin nunca tenía tiempo para salir de fiesta durante los exámenes de fin de curso, y como él era casi un ninfómano, siempre la pasaba mal sin un agujero donde meter el pene. Entonces tenía que conformarse con su mano, y normalmente no le molestaría. A diferencia del pensamiento de la mayoría, para Seungmin masturbarse no era un acto solo de solteros o célibes, pues complacerte y explorarte a ti mismo, sin presiones, era para Seungmin un verdadero placer. Pero sus sesiones de auto-placer eran, por supuesto, muy suyas. Dependía su duración y manera siempre de su estado de ánimo; y durante los finales, donde su cabeza estaba llena de palabras, números y símbolos como si los tuviera escritos con tinta en el cerebro, apenas podía darse mano durante cinco minutos esforzándose para terminar rápido, y calmar un poco sus ansias.

Aveces nisiquiera lograba correrse, a Seungmin las leyes físicas no lo excitaban mucho. Pero era un sacrificio que estaba dispuesto a hacer, porque a Seungmin le gustaba sentirse inteligente. Iría a una buena universidad, la mejor del país, y algún día vestiría traje a diario y la gente le llamaría "señor Kim". Llegaría a su casa tarde en la noche y visitaría los antros más caros de Seúl, buscando gente sexy por toda Corea. Llegaría a la casa de sus padres en Navidad como el hombre exitoso, y el tío rico y genial para sus sobrinos. A los hijos de su hermana, se les arrodillaría para quedar a su altura, les revolvería el cabello y les diría algo como "Mira lo que te traje de Alemania, campeón" como en las películas. A Seungmin le gustaba mucho imaginar, no costaba mucho.

Pero antes de acabar voluntariamente con sus neuronas, era normal que decidiera organizar una fiesta. Le pidió permiso a sus padres, y le dijeron que sí. No había problema, pues Seungmin no estaría dispuesto, aunque le dejaran, a poner alcohol en alguna de sus fiestas. Dahyun ayudaría a organizarla, y sus padres amaban a Dahyun, y ese día tenían ambos una reunión con sus viejos compañeros de universidad así que no se presentarían en toda la noche, sabe Dios por qué. Los padres de Seungmin solo tenían la filosofía de que un adolescente siempre se saldría con la suya, y en todo caso eea mucho mejor con supervisión. Ellos no estaban asustados de que Seungmin tuviera sexo, siempre y cuando fuera responsable.

Era un buen chico, todos lo sabían. Le gustaban mucho los cachorros, si es que eso iba al caso. Seungmin no pensaba que nunca fuera mal momento para recordarse a sí mismo cuánto le gustaban los cachorros. Divagando en ello carcajeó.

—¡Seungmin! — exclamó Dahyun desde su propio cuarto —. ¿Puedes entrar uno momento?

Giró el pomo de la puerta y entró. Dahyun tenía unas zapatillas blancas y un vestido del mismo color, con un escote en la espalda sostenido con sendas tiras que funcionaban como una cremayera, estas estaban todas enredadas, hechas un desastre.

—¿Qué pasa, Dubu? — dijo, Dahyun le sonrió incómoda.

—Este vestido es una mierda, debí saberlo. Esta imposible de poner de lo enredado que está, ¿me ayudas?

Seungmin asintió con una sonrisa, caminando hacia su amiga para pasar al menos unos quince minutos acomodándole las tiras, hasta que por fin estuvieron organizadas, y con ellas hizo un lazo sobre la curva de su espalda, estrecha y pálida, luciendo incluso pura en contraste con el vestido. Seungmin se encargó de elogiarla lo suficiente, porque así era Seungmin, le gustaba elogiar.

—¿Me dijiste que invitarías a Minho?

—Y lo invité. — Dahyun le sonrió cómplice.

—¿Y a Jisung? — Seungmin rió y pasó al tocador para ponerse un polvo al azar sobre el rostro. Dahyun lo golpeó —. ¿No invitaste a Jisung? ¿Por qué?

—A Jisung le gusta Minho. — Dahyun se quedó callada, quieta como un tronco —. ¿Lo has notado, cariño? Soy buenísimo leyendo expresiones faciales. Infalible. Jisung no puede vivir sin Minho, y no me hace falta analizar de más.

—¿Qué? Son hermanos, estás loco.

—Y no solo eso, Dubu. A Minho también le gusta Jisung — dijo, como si le importara una honesta mierda lo que acababa de aclarar Dahyun —. Puedes verlo en sus ojos cuando se miran. No son hermanos, son hermanastros. Jisung mismo lo dijo, con ese tono áspero, como si la idea de no poder estar con Minho le molestara.

—¿Qué mierda? — dijo Dahyun, con una carcajada floja. Le golpeó la nuca —. ¿Quién te crees? ¿Shakespeare? Y de todas maneras qué piensas hacer, ¿evitar que se "enamoren"?

—¡Oh, no, para nada! No me atrevería. La vida seguirá su curso aunque me interponga. Pero, es decir, sería bueno que la cosita de Minho experimentase un poco antes de comprometerse. Quiero decir, que me lo quiero follar, y no pasa nada si luego se casa con Jisung. Por favor... — Seungmin se echó un poco de gel para el cabello en el centro frontal de su cabeza, y peinó sus cabellos hacia atrás y luego hacia adelante, formando una onda atractiva —. Son adorables, de todas maneras.

—No creo que consigas nada con Minho, te seré honesta.

—Y yo apreció tu honestidad, princesa — respondió Seungmin, levantándose de su lecho para dejar en la frente de Dahyun un pequeño beso.

—¡Quítate, te vas a llevar mi delineado en la barbilla!

Minho suspiró cuando llegaron: la casa de Seungmin. Minho había obligado a Changbin a acompañarlo, no le importaron sus quejas. Minho quería ir, pero era demasiado cobarde para hacerlo solo y prefería adherirse a la seguridad que el brazo amplio de Changbin le proporcionaba; estaba seguro que podría superar su aberración por Seungmin. No es que tuvieran que pasar la noche juntos, y no es que Minho se fuera a quedar toda la noche tampoco. Sus oídos estaban aún repletos de ruido blanco, su mente un poco aturdida por la charla familiar por la que había pasado justo el otro día.

Su mamá y su padrastro se divorciaban, como si estuviesen esperando el momento en que Jisung y Minho rompieron su pequeño acuerdo para separarlos. Minho lo sintió como el peor momento, la habitación se sentía demasiado vacía y silenciosa, incluso demasiado ordenada. Se vió a sí mismo llamando a Jisung a diario, llendo a visitarlo a la casa del señor Han, o exigiéndole que fuera a visitarlo. Aunque solo fuese para estar allí, respirando el mismo aire sin mirarase siquiera, como normalmente harían.

En la cabeza de Minho, la relación de los dos adultos de la casa estaba en perfectas condiciones.

Era un poco aterrador lo rápido que había pasado de estar genial a anularse por completo.

De todas maneras, Minho no olvidaría su misión: hallaría un chico bonito que quisiera acostarse con él, así confirmaría que era homosexual.

Gatito ✨ HanknowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora