Preludio

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Capítulo 1

—¡Apúrate, idiota, tenemos que llegar hasta enfrente!

Zoro tomó del brazo a Law y lo jaló con fuerza mientras se abría paso entre el enorme gentío que se había reunido en aquel lugar. La adrenalina se había apoderado de su cuerpo a tal grado que no le importaba ir empujando a quien se interpusiera entre él y su objetivo.

—¡Esto no sería necesario si hubiéramos llegado a tiempo! —Se quejó su acompañante, apretujado. Zoro había insistido en manejar, y por culpa de una vuelta que dio en sentido equivocado, se perdieron por más de una hora. Fue hasta que él tomó el volante que al fin lograron encontrar el sitio correcto. —¿No podemos quedarnos por aquí?, ya se ve bastante bien —se quejó Law al notar el disgusto de la gente a la que pasaban.

—¡Claro que no! —exclamó Zoro quien, pese al estrés, aún conservaba una enorme sonrisa—. ¡Quiero verlo en la primera fila!

Y es que el concierto que tanto llevaba esperando estaba a punto de empezar.

Las luces se encendieron y con un último esfuerzo Zoro logró llegar hasta la valla de metal que separaba al público del escenario. Se quitó de la espalda el estuche de la guitarra que siempre traía consigo y lo colgó al otro lado de la contención para evitar que, entre los tremendos empujones de la gente, se pudiera quebrar. Estaba tan apretado que el tubo de la valla se le incrustó en el estómago y los gritos a su alrededor le hicieron vibrar el cerebro, pero nada de eso podía arruinarle aquel momento.

Contuvo la respiración y esperó.

De pronto, apareció frente a él un atractivo hombre. El hombre que toda esa gente había ido a ver. Los fanáticos enloquecieron por completo y no dejaron de gritar hasta que lo vieron alzar la mano para pedir silencio. Todos obedecieron al instante.

Sin decir una sola palabra, Ojos de Halcón, el mejor guitarrista de la historia, colocó los dedos sobre su legendaria guitarra negra...

Y comenzó a tocar.

Zoro clavó su entera atención en él, hechizado por sus acordes que no hacían más que aumentar su complejidad. Ese hombre era un verdadero demonio, una leyenda viva. Zoro lo había admirado desde que era apenas un crío. Se sabía a la perfección cada una de sus canciones, había practicado una y otra vez sus complicados acordes, imitaba sus solos... pero aún le faltaba mucho para poder igualar su tremendo talento.

—Esta noche por fin lograrás que te firme tu guitarra, te lo puedo asegurar —le gritó Law al oído, sacándolo de sus ensoñaciones—. No te había dicho porque quería que fuera una sorpresa, pero ya que pronto va a ser tu cumpleaños...

Su amigo sacó de su camisa dos gafetes y se los mostró con discreción. Zoro miró la palabra VIP en ellos y lo abrazó tan fuerte que estuvo a punto de romperle una costilla.

—¿¡Como mierda los conseguiste!?

Law soltó un bufido. —Tuve qué rogarle al idiota de Doflamingo que me los consiguiera, ya sabes que él tiene contactos para todo. Supongo que me la cobrará cara, pero sé que valdrá la pena.

Zoro lo admiró un instante y sonrió, conmovido. Sabía lo mucho que Law detestaba a su jefe y haberse humillado para pedirle algo como eso... —Eres el mejor, Law.

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