Renuncia

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Capítulo 6

Zoro se dejó caer de bruces en el sillón. Su ropa estaba empapada y cada vez hacía más frío.

—¡Qué buena tarde!, lástima que ya no pudimos seguir tocando —exclamó el alegre Luffy, quien se quitó la playera y la exprimió sin importarle que en el suelo de la estancia se formara un enorme charco.

—Al menos juntamos lo suficiente para pagarle a Barto y para el boleto del bus —susurró Zoro, cansado. Su móvil comenzó a sonar y, sin siquiera ver de quién diablos se trataba, cortó la llamada. Y es que, desde hace más de media hora, la gente que lo conocía no dejaba de llamar para preguntarle si el tipo del video titulado "El guitarrista idiota" era realmente él.

—Esta voy a cobrármela, Luffy. ¡Cómo diablos dejaste que me grabaran con eso en la frente! ¡Eres un pésimo amigo! —masculló a modo de amenaza, pero solo consiguió que su acompañante soltara una sonora risotada.

—Vamos, no sé por qué te quejas, ¡ahora eres famoso!, deberías aprovechar tu momento y conseguirnos disquera.

Zoro lo miró un instante con odio, pero de nada le sirvió. Al ver su enorme sonrisa supo que nada de lo que le dijera lograría arrancarle una disculpa.

Luffy se quitó el pantalón, lo dejó en el suelo y se empezó a frotar los brazos, titiritando. —¡Necesito ropa seca!

Y se fue hacia el cuarto de su amigo, tarareando alegremente una de las canciones que acababan de tocar.

Zoro soltó un pesado suspiro. Ciertamente, la habían pasado bien, pero el hecho de que su cara con la palabra idiota estuviera en todas partes no le hacía mucha gracia. Su móvil volvió a vibrar, y al ver que tenía un mensaje del cejas de sushi se le encendieron las mejillas y mejor lo apagó.

Si ese tipo ya había descubierto el vídeo estaba seguro de que se daría a la tarea de mostrárselo a todos en el Baratie.

—Y mañana tendré que lidiar con sus estúpidas burlas —masculló con pesar.

Tras lamentarse un poco más, se fue al baño. Necesitaba quitarse esas malditas letras de una buena vez. Comenzó a tallar con agua y jabón, pero la tinta no parecía tener la intención de ceder...

—Si sigues tallando tan fuerte, solo conseguirás lastimarte la piel.

Zoro miró a través del espejo y descubrió a Law quien, pese a que conservaba sus tremendas ojeras, ya tenía un mejor semblante.

Su amigo entró y abrió un cajón donde guardaba sus objetos personales, sacó un bote de acetona y un trozo de algodón.

—¿Por qué tienes eso? —preguntó Zoro curioso mientras dejaba que el mayor comenzara a despintarle la frente.

—Mi ex solía pintarse las uñas de negro, y dejó este bote el día que se mudó —lo tomó de la mandíbula y tras terminar de despintarlo, lo miró directamente a los ojos.

Zoro desvió la mirada, todo lo que había sucedido hace un par de horas lo hacía sentir fatal. —Law, en verdad que soy un imbécil —confesó mientras se recargaba en el lavamanos. Deseaba decirle que realmente lo quería, que era uno de los hombres más importantes en su vida, pero las palabras parecían ahogarse en su garganta. —Yo... —continuó con trabajo—, quisiera verte feliz.

Law le golpeó con suavidad la frente y esbozó una sonrisa leve que no ocultaba del todo su tristeza.

—No tienes nada de qué disculparte, desde el inicio siempre supe que lo que sentía no era correspondido —Law se masajeó el cuello y clavó su atención en el techo—. La verdad, era mucho más fácil fingir que así estaban bien las cosas. Puedo decir, que hasta cierto punto guardaba la esperanza de que en algún momento serías capaz de mirarme como yo te miro a ti.

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