Emociones

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Capítulo 11

Mihawk dejó el pedido sobre la mesa principal y se fue directo a lavar el rostro. En cuanto vio su reflejo se sintió como un completo idiota. ¿Cómo había permitido que lo miraran así? —todo es culpa de Perona y sus malditas mascarillas —se quejó.

Al terminar de lavarse miró de nuevo su cara, a esa altura no tenía idea si era por la vergüenza o por haber tallado demasiado, pero estaba totalmente roja. Aventó la toalla hacia el espejo y regresó al comedor.

«Tal vez deba contarle a Perona sobre lo que acaba de pasar», pensó al recordar que había lastimado el pie del repartidor con la puerta, ¿y si lo demandaba? No era un buen momento para meterse en escándalos.

—Como sea.

Tenía hambre y no deseaba pensar más en el asunto.

Empezó a acomodar el pedido cuando notó un objeto al fondo. Al parecer el repartidor había dejado caer su móvil. Mihawk lo sacó y observó con cierta curiosidad. La pantalla estaba rota en una esquina y parecía no haber sido limpiado en años. «Qué descuidado», pensó.

Mientras lo sostenía la pantalla se encendió un instante, mostrando la imagen de fondo donde él, Ojos de Halcón, se veía de cuerpo completo en una pose bastante sugestiva.

—No puede ser —se quejó con vergüenza mientras se frotaba el puente de la nariz.

Recordó que aquella fotografía se la tomaron para la portada de una revista hace apenas un par de años. Cómo había odiado a Perona por haberlo obligado a posar así. «Y ahora resulta que hasta un tipo cualquiera me tiene de fondo». Si pudiera borrarla, lo haría.

El interfón comenzó a timbrar y el guitarrista contestó de mala gana.

—Si es el repartidor, déjelo subir —le dijo al concierge sin siquiera escuchar lo que tenía qué decirle y colgó.

Agarró el móvil y se dirigió a la puerta. Lo mejor era dejarlo fuera y que lo tomara del suelo...

Pero antes de hacerlo, recordó el pequeño incidente del pie.

—Dejarle así el móvil solo lo hará enojar más —concluyó. Además, si lo demandaban, jamás podría volver a pedir comida del Baratie...

Miró las bolsas que despedían un delicioso aroma y su estómago se alborotó al instante. Tal vez... debía ofrecerle una disculpa a ese estúpido repartidor, o al menos, asegurarse de que no tuviera una fractura.

Se pasó la mano por el cabello, acomodándoselo hacia atrás. Ni hablar, solo por esta vez intentaría arreglar el problema por cuenta propia y no esperar a que Perona lo hiciera por él.

Llamaron a la puerta y, tragándose un poco el orgullo, se irguió imponente y abrió.

—Pasa un momento y siéntate en la sala —le indicó al repartidor sin hacer contacto visual. La verdad, tras lo de la mascarilla, no tenía muchos ánimos de mirar su cara burlona otra vez.

...

Zoro se quedó un instante en la puerta sin entender la situación. Durante el tiempo que tardó en regresar al penthouse se había preparado mentalmente para volver a ser insultado, así que, sin saber cómo reaccionar ahora, decidió obedecer y tomar asiento en un lujoso sillón. Jaló el gorro que traía puesto y se cubrió el rostro lo mejor que pudo, recordando que debía ocultar su identidad.

—Quítate el zapato y revisa tu herida —le dijo Mihawk con voz seca, que mantenía cierta distancia—. Si necesitas asistencia, llamaré a un médico.

Con algo de trabajo, Zoro se quitó la bota que traía puesta. Observó que su pie estaba bastante hinchado pero no parecía estar roto.

—Solo necesito hielo —murmuró tan bajo que apenas si alcanzó a ser escuchado.

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