Intereses

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Capítulo 12

Mihawk se quitó los audífonos y dejó a un lado su guitarra. Llevaba horas componiendo y estaba exhausto. Hace tiempo que no tenía tanta inspiración. Tomó asiento sobre el sillón de su sala y al sentir que estaba húmedo, gruñó malhumorado. Recordó como, tras la patada de Roronoa, él le había lanzado la bolsa de hielos a la cabeza. Se sintió tan ofuscado en ese momento que ni siquiera se dignó a recogerla y, olvidándose por completo de su existencia, su contenido terminó derritiéndose sobre el lujoso sillón.

«Justo lo que había intentado evitar», pensó con pesadez.

Miró la mancha de humedad que se había formado. Roronoa resultó ser un completo desastre de persona. ¿Cómo podía perderse dentro de un departamento?, ¿cómo podía ser tan grosero con un cliente? Y más aún, ¿¡por qué demonios le había soltado una patada sin motivo!? Sintió que se enfurecía de repente, pero esa sensación no le duró demasiado. Se llevó la mano al abdomen y se lo acarició con suavidad.

Sí, ese joven era un completo idiota... pero... sorprendentemente, no le parecía tan desagradable. Entre todo ese caos tenía cierto encanto, debía aceptar.

«Parece... ser un hombre interesante».

Ahora que ya sabía donde encontrarlo se sintió intranquilo. Una parte de él deseaba volver a verlo, conocerlo mejor, pero su enorme orgullo se interponía. Él, el gran Ojos de Halcón, no podía andar por ahí, acosando a un chiquillo para hablar de música. «Debe tener, al menos, 15 años menos que yo». Se frotó la nuca, avergonzado con aquella conclusión.

De súbito, recordó la imagen que Roronoa tenía de fondo en su móvil. Si solo hubiera sido de él tocando la guitarra no le habría levantado ninguna alerta, pero era una foto demasiado comprometedora como para no darse cuenta del motivo por el cual la tenía. Sintió que las mejillas se le calentaban de repente.

«Y para hacer más difíciles las cosas... le gusto».

¿Cómo diablos iba a volver a hablar con él sin recordar ese último detalle?

Repasó en su cabeza la apariencia de ese joven. La verdad era que no estaba nada mal. Le había gustado su piel morena, sus ojos intensos, su sonrisa... y por lo que había alcanzado a ver, también tenía un cuerpo bien formado...

Pero, para ser sincero, su físico no era lo que más le había llamado la atención.

Era la manera en que se entregaba a la música.

Tan jodidamente sensual...

...

Abochornado, decidió dejar el tema de lado.

Estiró su cuerpo y hasta ese momento se percató de que parecía ser bastante tarde. Miró su reloj, extrañado. Pasaban de las 3 y, pese a que la tormenta parecía haber terminado, no había rastros de Perona.

Por un momento estuvo a punto de llamarle, pero se detuvo. Él no era su padre. Si ella había decidido dormir fuera era su problema...

Aunque, no podía negar que eso lo hacía sentir bastante inquieto.

Escuchó de pronto el sonido de la puerta y suspiró con alivio, se acomodó rápidamente en el sillón, teniendo cuidado de mirar hacia la ventana y volvió a tomar su guitarra para fingir que se encontraba ocupado.

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