Golpe

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Capítulo 25

Doflamingo bajó de su lujoso auto y entró con aire ufano al Baratie. Pasó de largo a las personas que estaban esperando turno y se plantó frente al recibidor.

—Quiero hablar con tu jefe —le dijo a Robin, la hostess, con un tono demandante. Aquella mujer lo miró con extrañeza, pero no pareció amedrentarse tras esa primera impresión.

—Lo siento —se disculpó con una sonrisa ensayada—, pero el chef Zeff se encuentra ocupado en este momento. Si gusta, podemos agendar una cita y...

—Soy Donquixote Doflamingo —la interrumpió—, y no creo que tenga interés en hacerme un desaire.

Robin abrió los ojos un momento con genuina sorpresa, pero rápidamente recompuso el semblante. Era más que obvio que había reconocido su nombre.

—Permítame anunciarle su visita.

Sin dejar de lado su ensayada cordialidad le ofreció asiento en una mesa y le dio la carta de vinos. —Volveré enseguida.

Doflamingo se estiró con pereza y comenzó a leer las bebidas que se mostraban en la carta.

Basura.

Miró a su alrededor y torsió el gesto con molestia. Ese lugar era bastante corriente... aunque debía aceptar que la comida era buena.

Alzó la vista y comenzó a buscar con curiosidad entre la gente del servicio a una persona en particular. ¿Dónde demonios estaba? Desde que había visto a Trafalgar tocar en el Baratie había movido a su gente para averiguar más sobre su trabajo actual.

Todavía le hervía la sangre al recordar la manera en que ese mocoso había renunciado y no estaba dispuesto a perdonarlo hasta verlo suplicar...

Un hombre jaló la silla frente a él y eso lo hizo dejara un lado sus pensamientos. El chef del Baratie se sentó con los brazos cruzados y una mirada hostil.

—¿Se puede saber qué necesita un hombre como tú de mí? —preguntó sin rodeos.

Doflamingo sonrió.

—No tengo demasiado tiempo, así que seré breve. Quiero que tú y tus cocineros trabajen para mí.

Zeff arqueó una ceja y se pasó la mano por uno de sus largos bigotes.

—Tendrás que explicarte mejor.

Doflamingo se irguió y colocó ambas manos sobre la mesa. —En pocos meses abriré un hotel de lujo y necesito a un chef que dirija el restaurante principal. Puedo decir que he probado la comida de muchos candidatos, pero lo que tú preparas aquí es superior. Estoy seguro de que tienes lo que se necesita.

—Me halagas, pero yo no tengo renombre, de poco te voy a servir —agregó Zeff con un tono que no dejaba en claro si era sarcasmo o era un sentimiento real.

Doflamingo ignoró su tono y prosiguió.

—Solo piénsalo. Podemos manejarlo como una sociedad, tendrás libre albedrío para armar el menú a tu antojo. ¿Qué dices?

Zeff bajó la vista un instante. Reflexionando cuidadosamente la propuesta.

Sonaba demasiado buena para ser verdad.

—¿Cuáles son tus condiciones? —preguntó sin reparos.

Doflamingo soltó una risilla, seguro de que ya lo tenía en la palma de su mano. No es como si fuera a cumplir aquella promesa, así que decidió aumentar la apuesta.

—Solo necesito que despidas a una persona, alguien a quien seguramente podrás reemplazar sin problema.

Zeff se tensó visiblemente al escuchar eso.

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