Cadenza

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Capítulo 18

Zoro intentó respirar profundo, pero su corazón latía desbocado. Se asomó entre el telón del escenario y al confirmar que Ojos de Halcón acababa de llegar, se le fue el alma al cielo. Lo vio tomar asiento en una mesa al fondo junto a algunas personas que no pudo reconocer. Los comensales a su alrededor empezaron a murmurar y a señalarlo, pero nadie se atrevió a acercársele. «No los culpo», pensó Zoro. Ese hombre era realmente intimidante y su fama de ser malo con los fanáticos no ayudaba mucho que digamos.

Zoro miró su reloj, faltaban unos cuantos minutos para salir al escenario.

—¿Y si no les gusta lo que tocamos? —soltó Ace mientras se mordía las uñas.

Law se acercó a él y lo rodeó por el cuello con el brazo. —Tranquilo, hoy solo vienen como espectadores, nada más. Así que no tienes de qué preocuparte, toca como siempre lo haces y estaremos bien.

El pecoso pareció tranquilizarse con aquellas palabras, pero en cuanto Zeff se acercó a ellos, pegó un brinco tan alto que le metió un cabezazo a Law.

El dueño del restaurante se asomó por el mismo sitio que Zoro. Gruñó con suavidad al mirar a Ojos de Halcón y se acarició la barba. Miró a los muchachos aterrados y sonrió.

—Vamos, no sean gallinas. Solo hagan lo suyo y estarán bien.

One Piece se acomodó en su sitio y, con el alma a punto de abandonarlos, se abrió el telón.

Al igual que cada viernes, Luffy dio un paso al frente para comenzar el saludo habitual. Observó directamente a la mesa que tanto temían sus amigos. No entendía porqué se sentían tan nerviosos, solo eran personas con hambre y ya.

—¡Hola a todos!, ¡somos One Piece y vamos a tocar esta noche!, ¡Ah!, ¡y saludos también a los de la mesa del fondo!, no me importa quienes sean, solo escúchenos y no critiquen demasiado, ¡se van a divertir!

Zoro ahogó una risilla nerviosa al escuchar su osado comentario, miró la cara desencajada de Law y tuvo que taparse la boca con el puño para no soltar la carcajada. Luffy era todo un caso, ni hablar.

Observó a Mihawk un momento y no pudo evitar sonreírle con coquetería, así que mejor cerró los ojos para no distraerse demasiado. Esperó la señal de Ace y comenzaron a tocar.

• • •

Perona miró su reloj, llevaban 10 minutos de retraso, pero ya casi estaban en el Baratie. Soltó un bufido mientras clavaba su atención en la ventana de la lujosa limosina a la que se había tenido que subir casi a la fuerza. A su lado, Vivi la observaba sin decir palabra; y frente a ellas, enfrascados en una conversación a la que no le ponía demasiada atención, venían Cobra y Doflamingo.

Sí, ese tipo había insistido en que se fueran juntos al restaurante. Se veía que no tenía la menor intención de darle un respiro.

«Solo necesito unos minutos a solas con Cobra, no más», pensó con tensión.

Sintió de pronto una mano sobre su rodilla y pegó un brinco. Era el rubio, quien la estaba mirando fijamente con esa sonrisa que tanto miedo le daba.

—Perona, linda, le estaba contando a Cobra lo que sucedió la otra tarde con mi asistente, ¿recuerdas? —soltó como si estuviera a punto de contar una anécdota graciosa—, el pobre estaba perdido, y por andar tan despistado, se estrelló de frente con esta muchacha, quien en vez de ayudarlo le pegó una reprimenda tan fuerte que salió corriendo a toda prisa. Llegó temblando, como si hubiera visto un fantasma.

Soltó una suave risa y Cobra lo imitó.

Perona se puso furiosa, ese tipo estaba intentando maquillar los hechos, pero no se lo pensaba permitir.

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