Dolcissimo

107 20 6
                                    

Capítulo 4

Cuando Zoro despertó sintió que la espalda le dolía horrores. Se levantó y descubrió que tenía un bolso de mujer encajado en la espalda. Lo miró sin recordar de quién era y lo puso a un lado mientras se frotaba el sitio lastimado. —Vaya fiesta —masculló.

Miró a su alrededor, el departamento era un completo desastre y en medio de todo divisó sobre la alfombra a Ace, quien dormía profundamente en una postura inhumana. Avanzó hacia él y lo meneó con la punta del pie. —Oye, despierta, ayúdame a recoger.

Su amigo murmuró algo, molesto, pero no se despertó.

Zoro miró el reloj y descubrió que aún era temprano. Tal vez lo mejor era ir a su cama y dormir otro poco, a fin de cuentas, era domingo. Pasó primero al baño, se lavó las manos y el rostro, pero cuando se miró un instante en el espejo notó que tenía algo escrito en la frente con letras negras.

Tardó en leerlo, seguía demasiado adormilado y la caligrafía era pésima... además, tenía que leerlo al revés...

—I-D-I-O-T-A

Parpadeó un par de veces y volvió a leer la palabra.

...

—¿¡Quién mierda me escribió eso!?

Empezó a tallarse la frente y descubrió con algo de terror que estaba escrito con un plumón indeleble.

—¡Como sea! —se rindió al notar que lo único que había logrado es que se le enrojeciera la piel. El sueño era más grande que las ganas de borrarse la palabra, así que la dejó y se fue hacia su recámara.

Al entrar, descubrió a un intruso que se encontraba dentro de sus sábanas. Se veía tan calientito y cómodo que no dudó en zarandearlo y pedirle que se largara.

—¡Luffy, fuera, esta es mi maldita cama! —lo meneó con violencia hasta que logró hacerlo despertar.

El chico lo miró un instante y se giró, aferrándose a la almohada. —Jódete, no mereces dormir aquí.

Zoro empezó a perder la paciencia. —Esta es mi cama, yo pago mi parte de la renta y tú no, ¡así que largo!

Lo agarró del pie y comenzó a jalarlo, pero su amigo se agarró del colchón como si su vida dependiera de eso. Zoro no comprendía de dónde sacaba tanta fuerza, pero no logró separarlo.

—Vete y déjame dormir.

Volvió a mascullar Luffy con un tono bastante hostil.

Zoro se tocó la frente y, rindiéndose, se acostó en un pequeño pedazo de la cama que quedaba disponible. —¿Fuiste tú el que me rayó la frente?

Luffy bufó contra la almohada. —¡Pues claro!, anoche te lo dije muchas veces, pero como no me hiciste caso, mejor te lo escribí. Eres un idiota, no hay más qué decir.

Zoro lo miró de reojo, preocupado. Luffy solía ser amable casi todo el tiempo, así que aquella muestra de repudio le hizo sentir un nudo en el estómago. Repasó la noche anterior en su cabeza y no encontró motivo para aquel ataque. —¿Qué es lo que te hice? —preguntó con sinceridad.

El chiquillo se hincó de golpe y le colocó la mano sobre el pecho, haciéndole presión. —¡A mí no me hiciste nada, pero lastimaste a Torao y eso estuvo mal! ¿¡Qué no viste la cara que puso después de que lo besaste!? ¡Yo lo seguí hasta su cuarto, pero me cerró la puerta y por más que se lo pedí no me dejó entrar!, ¡estaba triste!

Zoro lo miró con los ojos bien abiertos y los labios apretados. Luffy soltó un gruñido y continuó descargando lo que sentía.

—¡Torao es buena persona y no es justo! ¡Hasta que le pidas una disculpa, este será mi cuarto y tú dormirás en el sillón!

Unísono Donde viven las historias. Descúbrelo ahora