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Capítulo 24

Mihawk observó su reloj. Tenso. Bajó de su auto y al notar que la gente a su alrededor lo miraba con curiosidad, se alejó un par de pasos del vehículo.

Por esos rumbos no era muy común ver autos de lujo como el suyo.

«¿Qué diablos estoy haciendo aquí?», se preguntó mientras se adentraba en el parque público que tenía frente a sus ojos. A su alrededor, todos parecían estar enfrascados en lo suyo, aún así, se bajó un poco más el sombrero que traía consigo, temiendo que alguno de esos extraños lo pudiera reconocer. Tomó asiento en una banca, sacó su móvil y, sin nada más qué hacer, leyó nuevamente el mensaje que había recibido desde el número de Roronoa el día anterior:

Necesito hablar contigo, es urgente.

Tras esas palabras recibió la hora y un punto de reunión, que era justamente donde se encontraba en ese momento. No hubo más mensajes después de eso.

Mihawk volvió a confirmar la hora. Quien lo había citado debía aparecer en cualquier momento.

Llevaba un par de minutos sentado cuando escuchó que unos arbustos se agitaban detrás de él, así que guardó su móvil y, tras respirar profundamente, habló lo suficientemente fuerte para que lo escucharan.

—Dejen de hacerme perder el tiempo y salgan de ahí.

Los arbustos dejaron de sacudirse.

—¡Te dije que se iba a dar cuenta! —escuchó.

—¡Por eso no quería que vinieran! —se quejó otro más.

Tres jóvenes saltaron frente a él y el más bajito de ellos, a quien Mihawk reconoció al instante como el vocalista de One Piece, se tronó los nudillos con un semblante de pocos amigos. —¡Bien, ahora que estás aquí te vamos a partir la cara!

Mihawk se levantó de su asiento, se alisó la ropa con parsimonía y, tras dar un par de pasos hacia él, sonrió de lado.

—Inténtalo —lo retó.

—¡Cabeza hueca!, ya te había dicho que no veníamos a eso! —lo reprendió el bajista, quien parecía tener más sentido común que su acompañante.

El tercer hombre, el baterista, se colocó frente a ese par y le hizo una reverencia a Mihawk. —¡Perdónanos, Ojos de Halcón, mi hermano es un idiota! —agregó—. Queríamos dejarlo en casa pero insistió en venir.

Mihawk se cruzó de brazos y soltó un bufido de hastío. Como ya sospechaba, Roronoa no había sido el autor de aquel mensaje. Era casi imposible que, tras el incidente que tuvieron, tomara la iniciativa de contactarlo nuevamente.

Pese a eso, no había podido aguantarse la curiosidad de asistir a aquella misteriosa cita.

—Denme una buena razón para no largarme en este momento —soltó con un tono tajante.

Law fue el que tomó la palabra.

—Sé que lo que hicimos no es del todo correcto, pero estoy seguro de que si alguno de nosotros hubiera intentado contactarte de otra manera, nos hubieras ignorado.

—Ciertamente —agregó Mihawk con desdén.

Law decidió fingir que no había notado su tono grosero y prosiguió. —Queremos hablarte sobre Zoro. Él no se encuentra bien.

Aquellas palabras hicieron que Mihawk tensara la mandíbula.

El bajista prosiguió: —Hace días que apenas come y solo se dedica a practicar. Si sigue con este ritmo va a terminar en el hospital. Hemos hablado con él, pero es orgulloso y terco como nadie... Está obsesionado con superarte y no hay nada que nosotros podamos hacer para ayudarlo.

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