Traiciones

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Capítulo 22

Buggy acababa de poner un pie en el estacionamiento de la disquera cuando un deportivo negro le cerró el paso. El vidrio del conductor descendió y pudo ver, con sorpresa, a Ojos de Halcón con ese gesto intimidante que tanto miedo le daba.

—Súbete.

Buggy se lo pensó dos veces.

—Gra-gracias, pero mi auto está allá y tengo que...

—Hazlo —le insistieron con un tono de voz que dejaba en claro que, si no obedecía, lo haría subir a la fuerza.

Sin más pretextos que pudiera poner, accedió.

—Y... ¿A dónde vamos? —preguntó con un hilillo de voz. Ojos de Halcón aceleró el auto al máximo y se adentró en una de las avenidas principales sin dignarse a responderle.

«No debí haberme subido», concluyó Buggy, nervioso. Sabía bien que ese hombre lo odiaba...

Y tenía buenos motivos para hacerlo.

¿Cuántos años habían pasado?, ¿10?, ¿15? No estaba muy seguro, pero aún lo recordaba perfectamente.

Todo había pasado en el cumpleaños del idiota de Akagami. Esa noche Buggy bebió bastante, y sin darse cuenta, la fiesta en la que se encontraba había llegado a su final. Solo él y Shanks seguían en aquel lujoso departamento, discutiendo estupideces, igual que cuando eran unos críos.

—¡El polo norte es más frío! —gritaba él mientras zarandeaba a Shanks de la ropa.

—Eres un idiota, todos saben que el sur lo es mucho más —arremetió el pelirrojo con una sonrisa que lo hacía enfurecer.

Sí, su relación siempre había sido así, pero ese día algo dentro de Buggy se salió de su control. Lo tenía tan cerca y estaba tan encendido que el alcohol y la furia le jugaron una mala pasada y, sin ser plenamente consciente de lo que estaba haciendo, comenzó a besarlo sin reparar en nada más.

Jamás pensó que pudiera ser correspondido con tanta intensidad.

No estaba muy seguro de cuánto tiempo llevaban enredados entre las sábanas cuando Mihawk, que ya era el novio de Akagami en aquel entonces, los encontró.

Cómo olvidar aquel par de ojos dorados mirándolos fijamente... fue una suerte que saliera vivo de aquel lugar.

Buggy sacudió la cabeza para despejar su mente, temiendo de manera absurda que Ojos de Halcón pudiera leerle el pensamiento. No era el momento de recordar cosas tan bochornosas como esas. Menos con ese hombre al lado.

—Ya casi llegamos —le dijo su acompañante, haciéndolo pegar un enorme brinco.

Buggy se asomó por la ventana y descubrió que estaban afuera del Rain Dinners, uno de los casinos más grandes de la ciudad. Lo conocía bien, así como la fama que tenía su dueño, Crocodile.

¿Qué diablos hacían en ese lugar?

Ambos hombres descendieron del auto y Mihawk le entregó las llaves al valet. En cuanto pusieron un pie dentro de aquel lugar, una joven de cabello encrespado se acercó a ellos con un intenso contoneo. —Buenas noches, caballeros —soltó con cordialidad—. Soy Miss Doublefinger, ¿me permiten escoltarlos hasta la zona VIP?

A Buggy siempre le había llamado la atención el juego de nombres raros que usaban todos los trabajadores de ese casino, pero no le dio importancia. Tenía otras cosas en qué pensar.

—Quiero un juego privado —explicó Mihawk y la joven los escoltó hasta un cuarto cerrado donde solo había una mesa de póquer colocada a la mitad. —¿La misma cantidad de siempre? —le preguntó a Ojos de Halcón mientras le hacía una seña al crupier para que se las repartiera. Sirvió también dos vasos de coñac y se retiró rápidamente.

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