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Capítulo 8

Law revisó nuevamente su móvil en busca de algún mensaje que hubiera pasado por alto. Tenso, se mordió el dedo pulgar con tanta fuerza que se marcó los dientes. Habían pasado tres semanas desde que comenzó a buscar trabajo, sin éxito. —No lo entiendo —masculló—, ya llamé a todas las personas que conozco, mandé mi curriculum a todas las vacantes posibles y ni siquiera me han concedido una sola entrevista.

Se frotó los brazos y se cerró el abrigo que traía encima. El invierno estaba en todo su apogeo y no tenían plata para poder arreglar la calefacción.

Luffy, quien había pasado toda la mañana viendo el televisor, se acercó curioso y tomó asiento a su lado, ladeando el rostro con una sonrisa.

—¡Anímate, ya encontrarás algo!, al menos tenemos el contrato del Baratie. Es un buen dinero, ¿no lo crees?

Law lo miró un instante con clara condescendencia. Cómo podía explicarle que, siendo el asistente principal de un empresario tan importante como Doflamingo, solía ganar diez veces más.

—Sí, el dinero del Baratie es de gran ayuda, pero no alcanza. Necesitamos empleos de verdad —le explicó.

Luffy lo miró con repugnancia. —¡Claro que no!, ¡pronto seremos famosos y podremos vivir de nuestra música! ¡¿Quién necesita un empleo?!

Law cerró los ojos y soltó un bufido. En parte, deseaba tener la misma convicción que él, pero no solía ser tan optimista. Acercó la mano al rostro de su acompañante y le rozó la cicatriz debajo del ojo con suavidad.

—Eres tan solo un chiquillo que no comprende la vida de un adulto —soltó sin pensárselo demasiado.

El rostro de Luffy se encendió al instante y le retiró la mano con cierta violencia.

—¡Ya soy todo un hombre! —se quejó.

Law lo miró de arriba abajo y sonrió de lado. Ciertamente, había cambiado desde la primera vez que lo vio. Era un poco más alto y mucho más fuerte, pero aún era demasiado ingenuo. Lo tomó de las mejillas y empezó a tirar de ellas con fuerza.

—Si en verdad te crees tan maduro, mueve tu trasero perezoso y encuentra algo productivo qué hacer. Te la pasas vagueando todo el día. ¿O acaso no has notado que lo poco que ganas se va en alimentarte? Pequeño tragón.

—¡Hablas como mi abuelo! —masculló Luffy ofendido, luchando porque le soltara las mejillas.

—De acuerdo, Mugiwara-ya, tú ganas —agregó Law divertido y alzó las manos en forma de rendición—. Si consigues un trabajo antes que yo, me tragaré mis palabras y te reconoceré como todo un adulto. ¿Te parece?

Luffy abrió los ojos con sorpresa y sus mejillas se encendieron levemente. —¡Lo haré! —exclamó con determinación—. ¡Conseguiré empleo esta misma semana, y entonces, tendrás que dejar de tratarme como a un niño!

Se alejó corriendo en busca de su móvil, iba a empezar a llenar solicitudes en ese mismo instante.

Law lo miró alejarse y suspiró. «A este paso puede ser que verdaderamente encuentre algo antes que yo». Su móvil vibró de repente, alertándolo sobre un mensaje de Penguin, un viejo amigo al que le había pedido apoyo hace un par de días.

«Lo siento, Law, no puedo ayudarte. Pasé tu currículum y mi jefe parecía estar muy entusiasmado contigo, pero al ver el nombre de la Donquixote Family pareció cambiar de opinión. Tengo entendido que recibió una advertencia previa de esa empresa... Alguien importante te está poniendo el pie».

Law aventó su móvil y se agarró la cabeza con ambas manos. —Doflamingo... maldito miserable.

Ya lo venía sospechando, pero jamás pensó que los hilos de ese malnacido pudieran llegar tan lejos. ¿Acaso lo habían vetado en toda la ciudad? Y ahora, ¿qué podía hacer? Tenía que buscar algo totalmente distinto, un lugar donde ese tipo no pudiera influir...

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