Movimiento inicial

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Capítulo 2

Zoro apagó su alarma de mala gana. Tenía muchísimo sueño y frío. Por la poca temperatura podía asegurar que nuevamente se había descompuesto la calefacción. Miró a su alrededor y se talló los ojos igual que un chiquillo. Clavó su atención en el enorme póster de Ojos de Halcón que tenía pegado sobre la pared y se vio tentado a arrancarlo. —Serás un excelente guitarrista, pero una mierda de persona —masculló. Recorrió con la mirada todo lo demás que tenía de él y soltó un bufido. Se sentía un poco idiota al idolatrarlo de esa manera, pero tampoco tenía las agallas para tirar toda la mercancía oficial que había comprado con los años.

Instintivamente, se tocó la palma de la mano derecha, y de súbito, se estremeció al recordar su cálido tacto, su intensa mirada... y la forma en que se negó a firmarle la guitarra.

—Sí, una mierda de persona.

Repitió para tajar el tema.

Miró la hora y se levantó deprisa. Su turno en el restaurante estaba a punto de empezar.

Tras un baño rápido salió a la sala y notó que había un intruso durmiendo, de nuevo, en su sillón. El pobre ni siquiera tenía una cobija encima, se veía bastante incómodo, la verdad. Pasó junto a él y le colocó un golpe en la cabeza para despertarlo. —Y a ti, ¿quién diablos te dejó entrar? —preguntó mientras comenzaba a prepararse el desayuno a toda prisa.

Luffy pegó un enorme bostezo, pero al olfatear comida caminó hasta la barra dando traspiés y tomó asiento en espera de que Zoro le sirviera un poco. —Mi abuelo volvió a echarme de la casa. Llegué anoche y llamé a la puerta hasta que Torao me abrió. ¡Y ya sabes cómo se pone cuando no lo dejan dormir! Al menos no me dejó en la calle, pero me gritó hasta de lo que me iba a morir. ¿Cómo es que no escuchaste nada?

Zoro se rascó la nuca. A veces agradecía tener el sueño tan pesado.

—Y Law, ¿ya se levantó? —preguntó al notar que la puerta de su habitación estaba abierta.

—Se fue hace unas horas, iba quejándose sobre su jefe idiota, al parecer le pidió llegar antes de lo normal. Ni siquiera se detuvo a desayunar.

Zoro miró la cara de hambre de su acompañante y no le quedó de otra más que preparar huevos fritos para ambos. —Si vas a estar aquí, al menos encárgate de lavar los platos. Ya me tengo que ir.

Luffy esbozó una enorme sonrisa. —¡Dalo por hecho, seré súper cuidadoso esta vez!

Zoro lo miró un instante, incrédulo. Ya le había roto media vajilla, pero no tenía ganas de detenerse a reflexionarlo. Tomó sus cosas y se fue.

Mientras esperaba el camión se frotó los brazos. Ese iba a ser un día bastante frío. Frente a él pasó una patrulla y sin querer esbozó una sonrisa. «Pobre Luffy», pensó. Su abuelo era un oficial de alto rango, siempre tan estricto con él. El viejo deseaba a toda costa que su nieto se convirtiera en policía, pero Zoro sabía bien que eso era algo imposible. Luffy era distraído y perezoso, podía decirse que lo único que le entusiasmaba era la música, casi tanto como a él. Ese chico tenía una voz increíble y Zoro estaba seguro de que algún día recorrerían el mundo juntos. Luffy como vocalista, y él como guitarra principal...

Claro, si su abuelo no cumplía la amenaza de mandarlo a vivir a otra ciudad.

...

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