Capítulo 112. El estado de Alana.

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Cuando Raquel abrió la puerta de la consulta de su amiga, se encontró a ésta sentada en su silla, con las manos tapándose el rostro, y apoyando los codos sobre su mesa de trabajo. La médica suspiró amargamente. Ella misma había visto las portadas de las revistas y, además, el rostro de Laila salía por todo tipo de medio de comunicación. Y no sólo salía su rostro, también aparecía el de la galerista, siempre a su lado. Por lo que la dermatóloga se olía el por qué su amiga estaba como estaba.

-Hola Alana, cuéntame, ¿Qué pasa?- le preguntó angustiada la médica a su amiga. Odiaba verla de esa manera y sabía perfectamente que la oncóloga la necesitaba como agua de mayo.

-No sé por dónde empezar, Raquel. El rostro de Laila lo veo por todas partes, es un suplicio para mí. Y además verla con Laura, no puedo con eso. Me las imagino juntas y me dan ganas de vomitar. Porque deben estar saliendo…Es algo que me supera y me llega a bloquear.

-Bueno, Alana, no te precipites. Que la esté representando no quiere decir que tengan que salir juntas. Así que por favor, no digas cosas que no sabes. Además, ya sabes cómo es la prensa sensacionalista. Si quieren vender, tienen que buscarle novia a Laila. Y si es guapa, como ella, mejor. Aunque hay que reconocer que como Laila, será difícil que le busquen una novia.

-Raquel, no lo digo yo, lo dicen las fotos que vemos. Salen muy juntas en todas las fotos. Tienen que estar juntas. Sí que me ha olvidado pronto…Y yo cada día que pasa la amo más.

-Que no digas tonterías, sé que estás que echas humo, y triste, te conozco muy bien, pero hasta que no sepas si está con ella, no saques conclusiones precipitadas, por favor. La siguiente quimio la tenía ya, ¿No? Bueno, luego tienes cita con ella. Podréis hablar y aclarar en qué punto os encontráis.

-No…No voy a tener más citas con ella porque Laila ha decidido cambiar de oncólogo. Yo no la atenderé más.

Raquel se quedó muda cuando Alana le dio esa información. Ni por asomo pensó que sería la profesora la que quisiera prescindir de su amiga como su oncóloga, pero si lo pensaba bien, era la única manera que tenían de dar rienda suelta a lo que ambas sentían por la otra. O así lo veía ella.

Viendo que la dermatóloga no hablaba, fue Alana la que siguió con la conversación.

-Me acaba de llamar el doctor Pardos y me ha dicho que a partir de ahora será él el oncólogo de Laila. Me ha pedido que le pase todo sobre la paciente y así ponerse al día con toda la información de Laila.

-¡Joder, Alana! Se me ocurre que Laila ha hecho eso para poder sentiros las dos libres para salir juntas. No hay otra. Laila te ama, lo sé.

-Y a mí se me ocurre que ha empezado algo con Laura y que quiere quitarme de en medio para poder hacer su vida tranquilamente. A Laila le dije que mi objetivo principal era curarla. Que eso era lo que más me importaba.¿Y qué ha hecho ella? Apartarme…Ya no seré yo la que la cure…Raquel, ahora mismo me dan ganas de destrozar la consulta, no puedo más. He perdido a la mujer que amo y quiero, y encima no voy a ser yo quien la cure. Tengo ganas de tirar la toalla…Como oncóloga y como todo. Y para colmo María sigue detrás de mí. Y yo no quiero ni verla. Me está haciendo la vida imposible.

Raquel decidió sentarse enfrente de su amiga. Le cogió de las manos suavemente e intentó tranquilizarla.

-Alana, lo siento mucho. No sé qué decirte…Si como su oncóloga ya no vas a verla más, ¿Por qué no te pasas por el hospital de día sabiendo cuando tiene la quimio? Y le preguntas… Y en cuanto a María, ¿Por qué no la denuncias? Si te está acosando, es denunciable.

-¿Pero qué le voy a preguntar? Si quizás ella no quiera ni verme. Si ella me rechaza, terminaría por hundirme. Creo que no tengo las fuerzas suficientes para verla. Y a María…Prefiero dejarla tranquila. Imagino que se acabará cansando cuando vea que no voy a volver con ella ni ahora ni nunca.

-¿Entonces? ¿Qué vas a hacer?¿Quieres que hable yo con ella? Si a ti te da palo verla, yo puedo hablar con Laila.

-¿Tú? Eso no, Raquel. Soy yo la que tendría que hacer eso, no tú. Somos mujeres adultas. Igualmente te lo agradezco. Creo que va siendo hora de que asuma lo que hay.

-¿Y qué es lo que hay, según tú?

-Laila ya no quiere saber nada de mí. Ella sigue a lo suyo. Sigue triunfando en el arte, en el instituto dando clases, luego la quimioterapia parece que está yendo bien, y para colmo tiene a su lado a Laura. Yo sobro en su vida. Así que nada, me centraré en lo mejor que sé hacer, que es curar a mis pacientes y me olvidaré de todo lo demás.

-Alana, por favor, hazme caso, intenta hablar con ella antes de darlo todo por perdido. No pierdes nada. Te lo debes. Quiero que seas feliz.

-Gracias por tu consejo. Lo tendré en cuenta, pero ahora mismo no tengo la cabeza para pensar en nada. Lo siento.

-Te entiendo, pues date tiempo.

Raquel se levantó de su asiento y seguidamente se dirigió a su amiga para darle un abrazo totalmente necesario para ambas. Alana lo agradeció mucho. Se sentía muy sola en ese instante y el hecho de saber que tenía a su lado a su amiga, le hacía ver un poco de luz aunque ésta fuera muy frágil y tenue.

Alana, cuando Raquel salió de la consulta, respiró hondo y se levantó de la silla bruscamente. Se acercó a la ventana mientras cruzaba los brazos y pensaba en lo que le había dicho la dermatóloga. Aunque no tenía la cabeza para nada, sabía que debía darle alguna vuelta al consejo de Raquel. Quizás sí era necesario hablar con Laila y que ésta le aclarara cómo estaban las cosas en ese momento entre ellas. Enseguida reconoció que se moría de ganas por ver a la profesora. Además de morirse de celos al ver a la mujer que ella amaba al lado de otra. Era pensar en las dos mujeres juntas y si cuerpo ardía de rabia e impotencia por no ser ella Laura.

Matices y colores (continuación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora