01.EL ACCIDENTE

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01.EL ACCIDENTE

EL ACCIDENTE

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Harrison Wells tomaba una copa de vino tinto, inhalando el aroma, profundo y secutor, reminiscente del perfume de la mujer que alguna vez conoció, su mentora, la única a la que consideraba su amiga.

Las cerezas oscuras y las moras maduras recordaban la dulzura de sus labios, las sutiles notas de cuero y tierra traían a la mente su misteriosa mirada.

Las especias, como pimienta y clavo, evocaba el calor de sus abrazos en noches frías, al inhalar, era como si estuviera allí, tocando con la punta de sus dedos sus hombros mientras rozaba sus gruesos labios con la sensible piel de su cuello.

Del otro lado de la ventana, llovía a cantaros, era extraño como un sonido, una circunstancia, un aroma o cosas tan banales como esas, podían llevar a tu mente a un estado de remembranza, a un evento del pasado o en su caso, de su futuro.

Un evento traumático para cualquier niño normal.

Pero para él, fue el inicio de todo.

Fue donde la vio por primera vez...

Ciudad Central en el futuro.

Una familia viajaba en auto por las lluviosas calles de las afueras de la ciudad, regresaban de un viaje, Eobard iba en el asiento trasero, pensando en lo aburrida que fue la conferencia de las nuevas armas contra la inteligencia artificial, tenía ocho años, pero su mente era superior a cualquier persona.

Siempre había sido halagado por los maestros, nunca por sus padres, pues para ellos, era un error, debía ser más listo, más audaz, más, más...siempre ser el mejor.

Entonces, abre un poco más sus parpados al ver una especie de luz dorado ir directamente al auto, lo siguiente que siente es la frialdad del agua del lago entrar al coche y evitando que se durmiera, por fortuna tenía puesto el cinturón, de lo contrario, hubiera terminado mal.

El auto se hundía con demasiada rapidez, su padre se quito el cinto y se llevó a su madre, prometiéndole con la mirada que ira a salvarlo, pero Eobard sabía que no era así, si no puedes hacer algo por tu mismo, no esperes que alguien más lo haga por ti.

Intentó quitarse el cinto, pero el agua pesaba mucho, se le acababa el aire, inhalo profundamente y se hundió junto con el resto del auto, perdiendo la esperanza de salir de ahí, sintiendo como si sus pulmones estuvieran por explotar.

Hasta que la vio a ella, un ángel de cabellos dorados y mirada verdosa, con una fuerza increíble, logró abrir la puerta del auto, rompió el cinturón, lo tomo entre sus brazos y lo llevó de vuelta a la superficie donde escupió algo de agua.

—¿Quién eres?

Pero la mujer no le respondió, solo, se fue de ahí, caminando como si no hubiera salvado a un niño, como si no hubiera roto la puerta de un auto bajo el agua y desgarrado un cinturón de seguridad para salvarle la vida.

ECHO| Eobard ThawneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora