12. EL MUSEO.

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12. El museo.

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En la oscuridad y soledad de su gran departamento, Esme Callaghan se removía inquieta en su cama por culpa de un sueño, un sueño que involucraba ese momento afuera de la casa del doctor Wells.

Volvía a sentir su fuerte mano en su nuca, atrayéndola a sus labios con deseo, sentir la posesión de sus labios, de su mano aferrándola a su cercanía, quería sentirse de nuevo dominada por él, por sus labios moviéndose sobre los suyos.

Sentarse en sus piernas, saber si realmente el doctor Wells podía tener intimidad, que sus manos se aferraran a su cintura como se aferró a su pierna, sentir el hierro candente del calor de su mano.

Se levanta con la respiración agitada y el corazón latiéndole con rapidez en el cuerpo, se levanta para mojarse la cara con agua fría seguido de ir a tomar una copa de vino mientras observa por la ventana, la gran ciudad que tenía frente a ella, cerró los ojos, conectándose con las lechuzas.

Viendo lo que ellas ven, sintiendo que volaba junto a ellas.

Un pensamiento cruzo su mente, llevar a una lechuza a ver al doctor Wells, sabía que no era correcto, que era una total intromisión a su privacidad, pero al diablo con eso, si hubiera sido mas considerada con la privacidad de las personas, bueno, nunca hubiera llegado tan lejos.

Dejo al ave cerca de una ventana del cuarto del doctor Wells y se mordió el labio al ver que no tenía playera, ¿Cómo es que un hombre de su edad tiene ese cuerpo? Se pregunta sintiendo su rostro empezar a arder por culpa del sonrojo.

Inconscientemente hace que la lechuza se acerque más, topando con la ventana, termina la conexión cuando Wells abre los ojos y se levanta, tomando la copa de vino de un trago antes de que entre en pánico.

—Maldita sea, debo ser más cuidadosa la siguiente vez —murmura colocando sus manos en sus mejillas para enfriarlas.

Por dios santo, no pudo dormir en toda la noche por culpa de la imagen mental del gran doctor Harrison Wells sin playera.

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Esme ingresó al cortex con un aire de normalidad forzada, tratando de enfocarse en la tarea en cuestión y dejar de lado los recientes eventos que habían agitado su mundo emocional.

Aunque intentaba concentrarse en los monitores y datos frente a ella, su mente estaba parcialmente ocupada por los recuerdos de su reciente interacción con Wells y su comportamiento evasivo posterior.

De repente, Wells apareció a su lado, tan silenciosamente como siempre, su presencia dominante pero tranquilizadora. Se inclinó ligeramente hacia ella, su voz un susurro conspirativo que solo Esme podía escuchar.

—Aseguraré de dejar la ventana abierta esta noche para que la lechuza pueda entrar —dijo, con un tono ligeramente divertido.

El comentario cogió a Esme desprevenida, haciendo que su corazón diera un vuelco. La revelación de que Wells conocía su pequeño espionaje la hizo sonrojar intensamente, un calor que se extendió por su rostro y cuello.

ECHO| Eobard ThawneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora