16. CELOS REPRIMIDOS.

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16. Celos reprimidos.

 Celos reprimidos

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La mañana había roto sobre la ciudad con una suave luz que prometía un nuevo comienzo. En la tranquila residencia de Wells, la calma fue interrumpida por la llegada de Esme, que se acercó a la puerta con una mochila deportiva colgando de su hombro.

Wells, sorprendido por la visita matutina, abrió la puerta con una mezcla de curiosidad y alegría.

Esme entró, visiblemente nerviosa pero decidida. Sin decir mucho, se dirigió directamente al baño, Wells la siguió con la mirada, aún tratando de descifrar la situación. Desde el umbral del baño, la observó mientras sacaba meticulosamente cada artículo de su mochila: un cepillo de dientes, shampoo, maquillaje, una secadora de pelo, y otros artículos de higiene personal.

Luego, con un suspiro profundo que parecía liberar algo de la tensión que llevaba dentro, se dirigió al cuarto de Wells, él todavía la seguía, una mezcla de confusión y esperanza comenzando a aclarar su expresión.

Esme continuó sacando cosas de su mochila, esta vez un pijama y un cambio de ropa, que colocó cuidadosamente en un cajón vacío que Wells había limpiado para ella antes de su llegada.

Esperando que en algún momento se mudaran juntos.

Finalmente, se volvió hacia él, su expresión era seria, pero sus ojos mostraban una chispa de algo que Wells no había visto antes.

—No sé si estoy lista para mudarme por completo —comenzó Esme, su voz temblorosa pero firme—Pero estoy dispuesta a intentarlo poco a poco, a mi ritmo. ¿Está bien?

Wells, cuyo corazón se había acelerado con cada palabra, sonrió ampliamente, la alivio y el amor inundando su voz al responder.

—Está perfecto, iremos a tu ritmo. Perdón si te presioné, yo...

Esme lo interrumpió, acercándose y sentándose en su regazo. Sus manos encontraron el camino hacia la nuca de Wells, jugando con los mechones de su cabello.

—Si alguien debe pedir perdón soy yo. Reaccioné mal ayer, me tomaste por sorpresa, pero está bien. Me gusta que me presiones; si no lo haces, bueno, no sé si tendría la iniciativa de hacer algo más que solo besarnos. Gracias por presionarme.

Luego, suavemente, depositó un beso en su mejilla. Wells, respondiendo al gesto, la atrajo más hacia su cuerpo en un abrazo íntimo y cariñoso, sus brazos rodeándola con una firmeza que hablaba de protección y posesión gentil.

En ese abrazo, Wells se permitió un momento para reflexionar: había esperado cientos de años por ella, así que un poco más de tiempo, el tiempo que ella necesitara para sentirse completamente segura y lista, no era nada frente a la idea de una vida juntos.

Tras haber llegado a un acuerdo sobre la mudanza gradual de Esme, ambos se sintieron aliviados y emocionados por lo que el futuro podría traer.

Sin embargo, mientras se acomodaban en la sala, Esme miró a Wells con una expresión de cansancio evidente en su rostro. La luz de la mañana filtrándose a través de las cortinas daba a sus ojos un brillo melancólico que no pasó desapercibido para Wells.

ECHO| Eobard ThawneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora