En el entramado del tiempo, dos relatos se entrelazan:
Uno anclado en el pasado, el otro proyectado hacia el futuro.
Un hombre y una mujer.
Destinados por el capricho de las Nornas, se encuentran unidos por un hilo inquebrantable de venganza y des...
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El hospital estaba muy silencioso cuando Esme arribo, con su alma agitada por una tormenta de emociones, se desliza suavemente hacia la habitación donde yace Barry. El aire en la habitación es denso, cargado de un suspenso invisible, una mezcla de esperanza y desesperación que se adhiere a las paredes y susurra en los rincones.
Barry, inmóvil en la cama, parece un guerrero caído en una batalla invisible, su pecho sube y baja con la monotonía de la vida que persiste a pesar del dolor, Esme se aproxima, sus ojos reflejando un mar de sentimientos: amor, miedo, admiración, y una valentía incipiente. Su mano, temblorosa como una hoja en viento otoñal, se extiende hacia él, tocando su piel pálida y fría.
—Te dije, tonto que no debías estar tan tarde en laboratorio—su voz se corta un poco, nunca ha estado tan preocupada, nunca había estado en una habitación de hospital tocando la mano de un ser querido que está en estado grave.
No lo entendía porque nunca ha tenido que pasar por algo similar y las nuevas emociones despertaron dentro de ella.
—Tienes que despertar, Barry, porque te necesito, solo tú podrías entender lo que me está pasando y apoyarme—se recarga contra su mano.
En ese toque, una chispa de lo extraordinario ocurre. La fuerza de velocidad, una deidad etérea y poderosa, emerge como un susurro hecho luz, envolviendo la habitación en un velo de misterio y antigua magia. Esme, con la gema de Atenea latiendo en su ser, se encuentra en un cruce de caminos entre lo mortal y lo divino. Sus ojos, ahora espejos de un cosmos desconocido, se encuentra con una mujer pelirroja y muy hermosa.
—¿Qué eres?
—Soy la fuerza de velocidad
—Vaya, esto es como la vez en la que, en una reunión con Cisco, pregunté quien era Thor y me dijo el tipo con el martilla, al final no entendí nada, pero si que estaba para comerse ese dios del trueno, aunque su hermano era mejor, así que, que me digas eso no me explica quien rayos eres, pero eres linda, me recuerdas a alguien—Esme parlotea nerviosamente mientras la mujer frente a ella sonríe con cariño y ternura
—Soy una deidad, una fuerza del universo y puedes verme porque tú ahora eres la portadora de la gema de Atenea, eres similar a mí
—Y te veo porque toque a Barry, ¿eso significa que Barry también será como yo? —estaba emocionada, su amigo y ella combatiendo el crimen, sonaba divertido.
—Es un poco diferente, yo concedo la velocidad a aquellos que son dignos de merecerla, porque veo talento en ellos, porque son buenos, en cambio tú, bueno, no tuviste elección, la piedra es parte de ti ahora y eso te traerá problemas
—¿Problemas? Pero ahora tengo los poderes de la diosa de la guerra ¿Por qué eso sería un problema?
—Porque está en tu interior, es parte de ti ahora, no morirás, verás a todos los que amas desaparecer con el paso del tiempo, envejecerás más lento, tu corazón se irá haciendo de piedra, la fuerza de tu poder es lo que te terminará trayendo dolor
