08. Todos necestian un amigo.
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En el apartamento de Esme Callaghan, la noche se había extendido con una quietud perturbadora. Las noticias sobre el aniversario de un año desde la explosión del acelerador de partículas retumbaban en la ciudad, causando un eco de odio por el científico que lo provocó. La habitación de Esme, apenas iluminada por la luz tenue de las farolas que se colaban a través de la ventana mientras ella miraba fascinada como de sus manos podía crear luz amarilla sin necesidad de invocar todo el traje.
El celular resuena en el silencio de la habitación y Esme suspira mientras sostiene su teléfono con cierto recelo, sabiendo lo que viene. En la pantalla, el nombre de "Casa" parpadea, acompañado de la imagen de sus padres y hermanos sonriendo, una imagen que contrasta con la realidad de su relación.
—¿Esme, cariño? ¿Estás bien? —La voz preocupada de su madre atraviesa el auricular, clara y firme.
—Sí, mamá, estoy bien —responde Esme, forzando una sonrisa que sabía que su familia no podía ver. —No hay de qué preocuparse.
—Vimos las noticias sobre la explosión. Es terrible que haya pasado un año, sé que la ciudad es más violenta ahora con esa chica vestida de dorado, no me gusta que sigas viviendo ahí y mucho menos como detective —su padre añade, su tono lleno de la ansiedad de un progenitor preocupado—. Pero cuéntanos, ¿cómo va esa propuesta de empresa que mencionaste la última vez?
Antes de que Esme pueda responder, las risas burlonas de sus hermanos se escuchan de fondo.
—¿Una propuesta de empresa? ¿En serio, Esme? ¿Cuándo te vas a dar cuenta de que esas ideas tuyas son solo sueños? Nadie quiere otra empresa Callaghan de tecnología, ya hay como tres de esas y de armas mucho menos.
El tono degradante y las burlas aumentan, ahogando cualquier intento de Esme por explicar o defender su proyecto. Con una calma aparente, aunque su corazón late con dolor, Esme responde con una simple despedida y cuelga.
No permite que la negatividad la afecte, o al menos, eso intenta demostrar.
Sin una palabra más, se dirige a la cocina, donde el refri parece ser su único consuelo en este momento. Abre la puerta y elige algo para comer, buscando en la comida el alivio que no encuentra en las palabras.
En ese momento, la puerta de su apartamento se abre suavemente. Cisco Ramon, su amigo y colega en su proyecto de justiciera, entra con una mirada de preocupación.
—Esme, ¿estás bien? —pregunta Cisco, acercándose a ella con una mezcla de preocupación y cariño fraternal—. Escuché un poco de tu llamada cuando entré. No tienes que hablar de ello si no quieres, pero recuerda, no estás sola aquí, yo también tengo una familia horrible
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ECHO| Eobard Thawne
Hayran KurguEn el entramado del tiempo, dos relatos se entrelazan: Uno anclado en el pasado, el otro proyectado hacia el futuro. Un hombre y una mujer. Destinados por el capricho de las Nornas, se encuentran unidos por un hilo inquebrantable de venganza y des...