CAPÍTULO 21

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Felix y yo estamos cada uno es una punta del salón de entrenamiento. Mirándonos fijamente, mientras los demás observan todo perplejos desde que me vieron entrar en mi atuendo de guerra. Sobre todo los reyes, que desconocían esta faceta mía que dudo que les desagrade.

El ambiente tenso se nota, nos estamos tomando esta pelea en serio, no como las otras.

Felix comienza a correr hacia mí, mientras me posiciono en mi posición de defensa. Escudo levantado y lanza al frente. Choca contra mi escudo, y forcejeamos para mantener la posición.

- ¿Esto es todo lo que sabes hacer? – lo provoqué.

Este ataque verbal surgió efecto pues me dio un golpe en la rodilla, que más que desestabilizarme me enfada, y mucho. Y lo empujo con más fuerza. Él se mantiene, usando toda su fuerza. Aprovechando esto, levanto el escudo lo que hace que caiga hacia atrás. Se levanta rápidamente y me golpea, aunque en distinto lugar al intencionado puesto que lo esquivé en parte. Cojo mi lanza y se lo incrusto en el brazo, provocando grietas por toda la zona. Lo vuelvo a empujar con el escudo. Este movimiento, más que para hacerle daño, que no lo hace, es para desubicarlo y no tenga tiempo de reaccionar o pensar un ataque fuerte contra mí.

Muevo la lanza en X. Haciéndolo retroceder.

En esto vuelve a aparecer Leo. Mierda, me había olvidado de él. Me lanza una bruma negra, que no se que es lo que hace, pero tampoco quiero averiguarlo. Activo la intangibilidad, por si acaso, y esquivo. Le doy un puñetazo y cae. Subo uno de mis pies a su pecho, tomo impulso y salto hacia Felix.

+ ¿Esto es lo que hace un guerrero romano? – oh no, por ahí no – no eres nada sin esa lanza y escudo.

Paro en seco y busco la voz que pronunció la ofensa a mi honor y a mis orígenes.

- ¿QUIÉN? – grito – HABLA COBARDE, DILO A MI CARA.

Lo busco con la mirada.

+ Déjalo, Romano – dice Felix después de levantarse – no sabe lo que dice ni a quién se lo dice.

Sigo buscando con la mirada, pasando por los Reyes, que se ven preocupados por verme así. Si pudiera estaría rojo de la ira, las fosas nasales ensanchadas y una mirada depredadora. No están acostumbrados a no verme socarrón.

Estaba concentrado en ellos, cuando una figura se posa ante mí.

- ¿Eres tú quien tuvo la osadía de retarme?

+ No es osadía, es la realidad. No eres nada sin tu patético escudo y patética lanza. Venga ya, que coño llevas en la cabeza, romano ¿o debería llamarte gallo?

Cierro los ojos, analizo lo que me dijo. Ensancho y alzo mi cuerpo lo máximo posible. Marcando todas los músculos e inútiles venas de la tensión que tengo en el cuerpo. Cuando abro los ojos, negros de furia, clavo mi mirada en la suya.

- Repítelo.

Se acobarda. No se esperaba mi reacción, ¿pero que cazzo esperaba verme corriendo a abrazarlo?

Lanzo todo lo que llevo puesto sin mirar donde cayó y me acerco y lo agarro del cuello.

- Te pedí que lo repitieras, idiota. ¿Por qué no lo repites? Ahora que no tengo mis atributos, no soy nada, ¡verdad!

El silencio de expectación que había en la habitación se convirtió en uno de incomodidad y miedo.

+ Tu rey te pidió algo, hazlo – dijo Aro metiendo cizaña.

+ ¿M...Mi re...rey? – repitió el guardia del que no me sé el nombre.

Con la uña afilada de mi dedo índice voy enmarcando todas las zonas de su rostro, haciendo que suelte un innecesario jadeo.

- Sí, querido. Tu rey. ¿O es que acaso no estabas cuando los conocí? ¿O cuando me presentaron? ¿O cuando me los follé? Ah no, es cierto, porque aquí el que no sabe hacer nada eres tú, que eres un guarda de nivel inferior, un vampirucho bebé que se cree con el derecho de atacarme A MÍ. Y que sepas, que si quisiera ya me habría cargado a Felix, a Leo, incluso a todos los presentes.

Lo suelto del cuello, para agarrarlo del pelo y levantar su cabeza hasta que su cuello esta al descubierto total.

- ¿Un último deseo?

+ No me mate.

- Tch tch, eso era lo único que no puedo cumplir - con esto, me acerco a su cara – y recuerda desde el infierno quien te mató, para que festejes con los otros miles que están ahí abajo por mí. Recuerda: Magnus, el Romano.

Cojo su cabeza y la separo de su cuerpo. Prendiéndole fuego usando otro de mis dones.

Miro a mi alrededor para encontrarme con miradas llenas de respeto y miedo.

- Y ustedes recuerden, que este es mi primer y último aviso: No tomo en vano ninguna ofensa hacia mi persona, y mucho menos si es a mi honor y a mis orígenes.

Recojo mis cosas y salgo del salón de entrenamiento.

Qué jamás se repita algo así.



Voten y comenten.

Besos darks.



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