seis.

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Tras varias semanas de locura, que no ha sido tanta gracias a las conversaciones de amanecer con Natalia, conseguí arrastrar a los mismos de la última vez a que la vieran bailar.

"¿Cuántas veces has visto esto?" – me pregunta Eric mientras tengo los ojos clavados en Natalia.

"Tres o cuatro."

"¿Cuántas veces has venido porque estaba ella?"

"La mitad."

"Hermano, si no sabes disimular el brillo en los ojos, no vengas. O al menos no te traigas compañía."

"La primera vez vine solo, eh."

"Eso explica muchas cosas."

Termino por ignorarle y sigo fijándome en la bailarina que estaba en el escenario.

Qué guapa estaba. Qué guapa era.

Aunque el moño seguía estando demasiado fuerte, para mi gusto.

Parecía que flotaba, se movía tan delicadamente que no creerías que hace lo que hace apoyada en el suelo.

Y antes de que me diera cuenta la de tiempo que había pasado, el telón se cerró.

Bajamos otra vez a los camerinos, era la rutina ya, y vamos a verla.

La puerta estaba cerrada. Llamo con cuidado.

"¿Sí?" – suena ahogada. Frunzo el ceño y me giro a mirar a los chicos, que tienen caras aún más desconcertadas que yo.

"Natalia, soy Alejandro. ¿Puedo pasar?"

Un momento de silencio. – "Claro."

Les hago un gesto a los otros para que esperasen fuera, no creo que la chica estuviera muy cómoda con tanta gente de golpe después de oírme solo a mí.

Abro con cuidado la puerta y me deslizo dentro de la habitación. Estaba sentada enfrente del tocador, con las manos en la cara.

"Natalia, ¿estás bien?"

"No." – se ahoga. – "Qué va. Lo he hecho fatal."

"¿El qué?" – no entendía nada, en el saludo estaba sonriendo muchísimo.

"¡Bailar! La he cagado muchísimo en un paso que era súper simple y ha quedado fatal y seguro que-" – dice de golpe, sin respirar entre sollozos.

"Eh." – la interrumpo. – "No lo has hecho fatal. Estoy seguro de que absolutamente nadie se ha dado cuenta de eso. No te rayes más."

"¡Pero yo sí que me he dado cuenta!" – chilla, quitándose las manos de la cara y pasándoselas por el pelo, que todavía lo tenía recogido en elmoño.

"Natalia, respira. Te va a dar algo."

"Claro que me va a dar algo. ¿Cómo fallo yo ese paso? Lo llevo haciendo veinte años y hoy no lo he hecho, ¿por qué? Pues porque tengo una técnica horrorosa." – se levanta y empieza a dar vueltas nerviosamente.

"No digas eso."

"Y menos mal que no había nadie importante como el día que estrenamos la obra. Vamos, llega a haber alguien y creo que me tiro de la azotea y me mato."

"Natalia."

"¿Qué?" – grita alterada.

"Siéntate, anda. Y respira hondo, por favor. No digas esas cosas."

Extiendo mi mano hacia ella y me la da, le agarro la mano y la muevo con tranquilidad hasta la silla de nuevo. Se sienta y suspira, se masajea el cuello y relaja la espalda.

Question... - Alejandro BaldeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora