Un despido

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Cuando Kozono bajó de la limusina volvió a encontrarse con Kitami cerca de la entrada. Estaba acuclillada y le daba de su propia comida al cachorro que siempre venía a aquella hora a mendigar. Le desagradó la comparativa que su cerebro le hizo de repente con aquel chucho pulgoso, dado que Kitami era más atenta con el animal. Pero enseguida desechó aquellas bobadas de su mente y se quedó mirándola... a lo mejor había sido muy brusca con ella. Se notaba a leguas que era más tímida, no había tenido tiempo de conocerla para saber quién era ni el poder que tenía, cosa a la que Kozono no estaba acostumbrada. Kitami sonrió al perrito y le acarició en el cuello mientras éste devoraba gustoso los restos que le había dejado.

—Kitami-san. Buenos días.

Kitami miró hacia arriba y se puso tensa al verla. Pero no podía ignorarla, no la criaron así. Se puso en pie lentamente, respondiendo con voz queda.

—Buenos días.

Kozono sonrió apenada y mostró la expresión más lastimera que pudo.

—Quería pedirte disculpas por mi actitud de ayer, estuvo fuera de lugar —Kitami se quedó mirándola seria. No sabía qué decir. La morena insistió—. De verdad, lo siento mucho. Espero no haberte asustado.

—Acepto tus disculpas —dijo, aunque parte de ella no podría verla igual. Prefería no tener problemas con la Presidenta del Consejo Estudiantil. Y al menos por su expresión, parecía apenada de verdad. Pero no lo olvidaría.

Kozono sonrió y se le acercó, señalando al instituto.

—Te quería hacer una propuesta. Me han dicho que se te da bien el tenis.

—Ah, eso... —miró la parte que señalaba, que eran las pistas de tenis de la Academia. Eran enormes, y de las pocas clases que disfrutaba—. Me gustaría jugar más, pero sólo hay una hora a la semana y fue ayer...

—¿No has pensado en entrar en el club de tenis? Lo hay, y el de esta Academia es muy bueno.

—Lo pregunté, pero no me puedo permitir la mensualidad.

¿80 cochinos dólares al mes y no puede permitírselo? 

Kozono vio su oportunidad.

—Yo estoy en el Consejo, Kitami. Y en la Academia se da la oportunidad a ciertos alumnos en el sector deportivo, si de verdad se les da bien.

—Bueno, estás exagerando... se me da bien y me gusta, pero no es para tanto.

—No te quites mérito. Te vieron las profesoras.

Kitami no albergaba la suficiente desconfianza ni maldad para leer entre líneas, aunque tampoco era tonta.

—¿El Consejo paga todas las mensualidades de los alumnos que lo necesiten? —preguntó.

—Sólo las de los becados.

—Pero yo no soy becada. Yo... sólo estoy aquí por circunstancias especiales. He tenido suerte de que la mejor Academia del este de Japón me haya tendido la mano.

—¿Y no quieres mejorar esa suerte y tomar esa mano... del hombro? Aprovecha tus oportunidades, Kitami.

Kitami sonrió un poco.

—Mandaré una solicitud. Gracias... Kozono.

Kozono le devolvió la sonrisa. Quiso agregar algo más, pero sonó la campana de inicio de clases... y un grito enorme asoló los pasillos.

—¡¡VA DESNUDA!! ¡ESTÁ COMO IDA, Y VA DESNUDA!

Todos se giraron hacia el foco de la voz y el tumulto de gente ignoró las clases para correr hacia el gimnasio. Kozono frunció el ceño y se abrió paso también.

Dominancia enfermizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora