El cepo se cierra

105 4 15
                                    


Hiroko supo que había cruzado la línea hacia la magia oscura a un nivel sin retorno. Era plenamente consciente de su atrevimiento y ya sólo quedaba el precio a pagar, del cual no se jactaría. Nami Kozono vivió, pero le había provocado un daño interno al sellar la proyección de su oscuridad. Era casi poético, envenenarse por su propia oscuridad... en apenas unos segundos. En el mundo terrenal la consecuencia tenía nombres y apellidos. 

Después de dos días de incertidumbre, la Academia lanzó un comunicado para mandar apoyo a la Presidenta del Consejo y el hospital donde estaba ingresada tuvo que echar a los grupos de jóvenes, amigos y amigas, que venían a ver su estado.


Habitación hospitalaria


Rukawa había corrido con los gastos de la operación. Al parecer, un fallo sistémico había reventado el hígado a Nami, provocando una hemorragia interna inmediata. Cuando la abrieron, los médicos se quedaron atónitos. Era como si hubiera recibido dos cuchilladas allí. La premura de la intervención le salvó la vida. Hubo un trasplante de urgencia, pero al pertenecer a la mafia, su padre no tuvo que esperar ni dos horas para tener en quirófano un hígado conveniente para su hija. La chica despertó al día siguiente, terriblemente adolorida y mareada. Jamás se había sentido tan débil. Su padre fue la primera persona que vio.

—Has tenido alguna especie de accidente que los médicos no se explican bien. Han tenido que hacerte un trasplante de hígado.

La joven frunció las cejas sin entender una mierda, aún muy atontada. Ella sólo recordaba estar en la pista y empezar a sofocarse, y luego un dolor inenarrable. El hombre puso unas cajas de medicamentos sobre su bandeja y las señaló.

—Inmunosupresores. Tendrás que tomarlos de por vida. Descansa, yo tengo que viajar. Nos veremos en dos semanas.

Kozono no cruzó ni una palabra con él. Apenas se creía que hubiera ido a verla, ya bastante le extrañaba. Cuando intentó moverse, sintió un impresionante dolor a la altura de las costillas y gimió adolorida, volviendo a dejarse caer en la camilla. Se descubrió parte del cuerpo y al ver una gasa tan grande sintió mucha curiosidad. Estuvo tentada de despegársela para ver su cicatriz, pero entonces un tumulto al otro lado de la habitación le llamó la atención.


Segundos antes


Kitami miraba cómo el padre de Nami se marchaba seguido por cuatro escoltas y un chico al que detectó un gran parecido con ella... pensó que podía tratarse de su hermano mayor, Hikaru. Cuando se marcharon, esperó a que varias amigas entraran en la habitación, pero había otro guardia allí que les impidió el paso. El hombre tenía un arma y Kitami sopesó la idea de que tendría que marcharse de allí sin saber cómo estaba. No tenía la maldad para desearle aquel mal a nadie. Por mucha oscuridad que pudiera albergar... no pensaba que fuese un demonio. Le dolió oírla gritar de aquella manera y se sintió impotente de no poder ayudarla. Jamás la había visto así, ni a ella ni a nadie, pataleando del dolor y salivando burbujas hasta perder el conocimiento. Cuando las compañeras de clase se marcharon puteando al guardia, probó suerte ella.

—Hola... es... es esta la habitación de Kozono, Nami, ¿verdad?

—No se aceptan visitas —el hombre bajó la mirada al bolso tan grande que llevaba. Desenfundó el arma y la apuntó, haciendo que Reika diera un paso atrás asustada y levantara las manos—. ¿Tengo que repetirlo?

Dominancia enfermizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora