Planes de futuro

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—Reika, no has vuelto a probar bocado... ¿va todo bien?

Riku la observaba preocupado. Desde que el perro había aparecido milagrosamente gracias a una de sus compañeras de instituto, estaba distinta con él. Ya no le respondía los mensajes con la misma rapidez, no hablaban ni la mitad de veces por teléfono, y le había dicho que había mejorado en sus estudios mirando vídeos de internet.

Era precisamente uno de los motivos por los que Reika se sentía mal: nunca antes le había mentido a nadie. Se sentía culpable por no haber sido sincera con él ni con Hiroko. Pero es que lo que sentía por Nami se había disparado desde que se habían acostado aquella noche. Perdió la cuenta de las veces que hicieron el amor, y la culpabilidad de su silencio comenzaba a atormentarla. Estaba obrando mal y le sorprendía de sí misma.

—Riku... me gustaría hablar contigo. De un tema importante —murmuró cabizbaja. El chico vio que su mano apretaba nerviosa una servilleta. Él le acaricio esa misma mano, mirándola con una sonrisa afable.

—Cuéntamelo, tranquila. No pasa nada.

Reika subió su mirada a la de él. Se le veía muy sereno.

—Cuando me dijiste de empezar algo... realmente creí estar segura. Pero ahora...

—Si no estás segura, no te forzaré a nada —le contestó con tranquilidad—. Me gustas demasiado como para rendirme a la primera.

Reika curvó una sonrisa, un poco más relajada.

—No quiero mentirte. Me caes... —tomó aire profundamente, dejándolo salir en un suspiro sonriente— ... creo que eres una persona maravillosa. Y... bueno, me gustaría seguir conociéndote. Si te parece bien. Sólo es que lo de ser novios tiene que esperar un poco porque mi cabeza es un caos.

—Por supuesto, te lo acabo de decir. Me alegra saber que no me hayas tirado aún a la friendzone... a ver si aún puedo salvarme —fingió quitarse el sudor de la frente. Reika se echó a reír negando con la cabeza. Abrió la boca en cuanto él le acercó una porción del postre que compartían.

—Kitami-san —la voz a sus espaldas la heló. A Reika le costó tragar. Giró un poco la cabeza en dirección a ella. Jamás se esperó encontrarse con Nami en una cafetería tan alejada de su casa. Aunque Inagawa tuviera mucha fuerza en la mirada, ésta estaba calmada y observaba ahora al muchacho con una simpatía y educación digna de su posición—. Disculpa, no te conozco... es que la vi de lejos y...

—Ah, descuida. ¿Estáis en la misma clase?

Nami ladeó una media sonrisa, pero Kitami fue quien se le adelantó.

—Sí, ella me ha ayudado desde el principio con las matemáticas... qué martirio. Y gracias a ella vuelvo a tener a Byto conmigo. Por cierto, se llama Nami Inagawa...

Nami hizo acopio interno para no manifestar ninguna expresión facial no deseada al oír su apellido actual. Aún estaba pendiente la lectura de testamento, aunque sus abogados ya le habían informado de que cobraría el porcentaje mayoritario de la fortuna Inagawa pese a la polémica situación en la que se vio envuelta tras el homicidio. Era muy posibe que volvieran a interrogarla. Pero él mismo se echó la cruz al poner cámaras en las estancias de la casa. El caso era siniestro y estaba aún siendo investigado, por lo que las organizaciones implicadas debían guardar estricto silencio antes de que los medios de comunicación estallaran.

—Encantada —le dijo la morena, estrechando su mano con el chico. Riku, que estudiaba mucho las gesticulaciones y comportamientos humanos y estudiaba Psicología en la facultad, no pasó por alto el hecho de que la mano que le tendía estaba por encima completamente de la de él. Pero Nami se empeñaba en mostrarle una cálida y educada sonrisa inocente, y siendo lo hermosa que era, Riku supo que era un gesto que hizo inconscientemente. Lo cual delataba, irónicamente, un carácter dominante y altivo frente a los demás por mucho que ella quisiera ocultarlo. Riku sonrió de medio lado y no echó cuenta de todas estas cosas que se le estaban pasando en ese momento por la cabeza.

Dominancia enfermizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora