Un bebé ladrador

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Kozono tenía reunión una hora antes de todas las clases con el resto del Consejo Estudiantil. Se preparaban las competiciones a nivel regional de tenis, de fútbol, de baloncesto y de atletismo, y como era de esperar, la Academia Kozono siempre enviaba buenos candidatos. No era la primera vez que alguno de sus alumnos llegaba a las olimpiadas. Kozono vio los informes de todos y cada uno de ellos, y cuando llegó a la ficha de Reika Kitami vio que no era una solicitud de presentación... sino de cesión del club. Hizo una mueca y escondió disimuladamente aquellos papeles. Pidió un día más de plazo para presentar el resto de solicitudes. El Consejo aceptó.


Kitami seguía entristecida. Echaba de menos al cachorro y empezaba a darse cuenta de que si no mejoraba sus notas podía ser expulsada, ella no era becada después de todo. Dedicaría aquella tarde a estudiar todo lo que tenía pendiente antes de que los exámenes llegaran. Y sino, seguiría la otra vía de futuro que le había comentado a Hiratani: abandonar los estudios y meterse en el mundo laboral.


Durante las clases, el profesor puso un ejercicio de trigonometría en la pizarra. Era de los más complicados.

—Con lo que hemos explicado estas semanas, ya deberían ustedes saber hacerlo con los ojos cerrados. Kitami, ¿haría el favor?

Kozono y el resto de alumnos la miraron. Reika miró al hombre y enseguida se sonrojó.

—No sé... no sé hacerlo, lo siento.

—Trate de hacerlo. Vamos.

Reika se puso en pie y salió a la pizarra, pero como era de esperar, sólo se quedó a mitad del ejercicio. El profesor anotó algo en la libreta y Kozono supo que aquello iría directo a su expediente. Reika también lo sabía. Dejó avergonzada el rotulador y se volvió a sentar. Saki estiró disimuladamente su mano hacia Reika y la acarició, murmurándole algunas palabras. Hiratani, por su parte, también lo hizo y la rubia les sonrió. Nami Kozono apartó la mirada y miró lo que había hecho en la pizarra. El profesor alzó un poco la voz hacia toda el aula.

—¿Alguien sabría decirme dónde se ha equivocado Kitami?

Hubo un silencio, hasta que Kozono lo rompió.

—Está todo mal. Desde el primer número.

El profesor asintió y cogió el borrador. Reika se dio cuenta al repetir las cuentas con su calculadora que habría pulsado mal un botón. El profesor borró todo el ejercicio y procedió a resolverlo él mismo, explicando punto a punto. Todos los alumnos escribieron como locos menos Kozono e Hiratani, que ya sabían hacerlo. Kozono miraba con aburrimiento a todos sus compañeros y al propio profesor. Para ella, cuyos test anuales habían desvelado que era una alumna de altas capacidades, y que tenía gran facilidad para el razonamiento tridimensional y abstracto en las matemáticas y la física aplicada, todo aquello que aparecía en la pizarra era insultantemente sencillo. Se aburría a cada segundo que pasaba. Sólo era aplicar fórmulas y entenderlas en el mundo real, nada más. ¿Cómo podía algo así complicársele a aquellos imbéciles?

Claro está, se decía. Porque son inferiores a mí. Les cuesta el triple llegar a un pensamiento al que yo llego a la primera.

Cuando terminó la clase, Reika recogió rápido todo y marchó a desayunar al jardín trasero. Nami  entonces se puso el móvil a la oreja y activó su plan, sin perderla de vista.


Jardín trasero de la Academia


Dominancia enfermizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora