Un mellizo similar

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Academia Kozono

Durante el recreo

—Déjalo, Aki. Así está bien —murmuró Hiroko, con la boca llena. Aki observaba el archivador de lado a lado, disconforme.

—Tiene que quedar presentable. Se supone... se supone que es como si lo hubiera hecho Hana.

—No es tu responsabilidad hacer esos... diplomas, o lo que sea eso. ¿Acaso Hana no sabía dónde se metía?

—Oh, vamos, es sólo la plantilla. Y tú sabes que la creatividad es lo mío, así que, ¿qué más da?

—Sólo espero que a Inagawa y al director le gusten, porque sino recaerá la culpa sobre ti.

—Las he hecho chulísimas, con sus nombrecitos en tinta dorada y todo. ¡No puede no gustarles!

Hiroko suspiró y movió la cabeza suavemente en una negativa; su hermana había accedido a ayudar a una estresada Hana, que estudiaba y ejercía su labor como secretaria del Consejo casi todos los días, perjudicándole de lleno en la única actividad que tenía para desconectar: la equitación. Nami le había puesto tantas tareas ahora que se acercaban los campeonatos deportivos, que su amiga le pidió por activa y por pasiva que le diseñara las plantillas finales de los diplomas para los seleccionados. Éstos se publicarían en el boletín de anuncios de la Academia en dos días. 

—¿Tú crees que Inagawa tiene tiempo libre? —le preguntó Aki, terminando de cerrar el archivador. Lo metió en la mochila y retomó su sándwich.

—Para lo que le interesa, sí. No intentes compararte con ella en ningún aspecto, Aki —comentó la otra, masticando mientras miraba reels en su teléfono.

—Es que parece... ya sabes. Algo así como un ejemplo a seguir en todo. Es perfecta.

Hiroko tenía la lengua cansada de explicarle el cuidado extremo que había que tener con esa chica. Aun así, al ser dos años más mayores, era consciente de lo que irradiaba a las chicas que aún estaban en la secundaria. Pero no dejaba de ser la trampa que la propia Nami tenía echada a todo el que no la conocía.

—¿Yo qué te dije, eh?

—Que no hable con ella.

—¿Y qué más?

—Que si puedo evitarla en todo, mejor.

—Bien —se tomó su tiempo en tragar y seleccionar mentalmente las palabras adecuadas—. Si tienes mala suerte, Nami no será la primera persona de este estilo que te encuentres. Alguien de buen ver, muy inteligente, con notas perfectas, familia adinerada, un grandioso porvenir... cuando uno huele el éxito, o cualquier tipo de beneficio personal, se acerca. Es un instinto primario de los seres humanos. Hace mucho tiempo yo también quería ser como ella. Y creo que los primeros años de instituto suele ocurrirle a cualquiera, con alguna amiga.

—Ya... puede ser —comentó Aki, rasgando sin fuerza la textura del archivador por fuera. Había dejado de lado el sándwich—, bueno... se... se especula que le gustan las mujeres. Así que lo que me dijiste es cierto.

—Yo ya lo sabía. Pero no sé por qué cuando yo te digo algo tienes la necesidad de contrastarlo. Ni que fuera mamá, para pelearte con todo lo que te digo.

Aki suspiró.

—Kaori me dijo que desde que supuestamente Hana y ella quedaron... está rara.

Hiroko frunció un poco el entrecejo y dejó de comer. Bajó el tono de voz.

—¿Quién?

—Hana. Kaori me ha dicho que le logró sacar más o menos que esas dos quedaron. Pero no sabe nada más. Y dijo que se ha estado fijando más en ella desde que le quitó así fuerte una de las manos, ¿sabes? Tenía una marca en la muñeca.

Dominancia enfermizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora