Un flashback determinante

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Hacía prácticamente una década que Nami no tenía pesadillas. No había muchas cosas que le dieran temor realmente, así que poco tenía su subconsciente para atormentarla.

Pero esa noche, después de tantos años, sufrió las pesadillas de un pecado, su último pecado. Soñó que Reika despertaba recordando todo, que iba a un centro médico a reunir las pruebas del delito de su propio cuerpo. Entonces había un corte temporal y de repente Inagawa sufría en público la vergüenza de ser arrestada y encarcelada sin posibilidad de evitar la cárcel. Y si había una sola cosa a la que temía, era la cárcel. Se podía escapar de muchos lugares con inteligencia e ingenio, pero no de una prisión, porque era un paso consecuente a una sentencia firme. Por eso guardaba un respeto especial a los policías y jueces.

Ella estaba destinada a hacer grandes cosas, era intocable. Era una líder

Despertó entre sudores diez minutos antes de que sonara la alarma. El día anterior había sido increíblemente raro y tan lleno de placer como de horror. Había dejado parte del asunto en manos ajenas, y eso encarrilaba riesgos donde ya no tenía margen de acción. Se obligó a levantarse y a ducharse para tranquilizarse. Afortunadamente, lo logró.

Cuando salió de la ducha y se secó el cuerpo, ya se sintió mejor. Mientras peinaba su cabello frente al espejo recordaba cómo sólo unas horas antes buscaba nerviosa por internet cómo matar el esperma. Buscó remedios modernos, pero también antiguos, y al final se había decidido por embadurnar en un mejunje de limón un tampón y un paño de tela, y trató de lavarla así varias veces. La vistió lo mejor que pudo y luego hizo un encargo a Bax el ruso, que ya la había ayudado anteriormente con Saki. Bax pidió su cifra por adelantado y se presentó en la mansión de los Kozono, llevándose a la chica sin hacer preguntas, sólo siguiendo las directrices. Nami vio cómo la lanzaba a un maletero lleno de bolsas y lo cerraba de un abrupto impacto.

Cuando terminó de cepillarse el pelo, se sintió bien y lista para encabezar la jornada académica.


Casa de Reika Kitami


Nunca en la vida había tenido semejante dolor corporal y jaqueca. La presión en las sienes era tan intensa, que se mareó varias veces antes de siquiera permitirse el observar el cuarto donde estaba. Estaba descolocada, como si se hubiera despertado en un lugar equivocado después de haber pasado por un largo trance. Era una sensación angustiosa que poco a poco se iba mezclando con el resto de dolores que emanaban de su cuerpo. Se asustó enseguida: nada en ella iba bien. Tenía la garganta tan seca que resultaba imposible generar saliva. Los labios, resquebrajados y cortados, también estaban secos. Le dolía el cuello, los hombros, creía tener alguna contractura en la muñeca derecha. Le costó un mundo rodar hasta ponerse de lado, y casi temblando, sus brazos lograron hacer fuerza para ir incorporándose sobre su cama. Al sentarse y sentir el peso de sus pechos respondiendo a la gravedad, también notó un intenso y profundísimo dolor. La piel de su aureola en ambos pezones estaba con marcas inconfundibles de dientes; también en el resto del seno. Uno de los pezones le dolía mucho más que el otro, tenía moratones y todo su seno en general estaba muy sensible al tacto. Cuando dedicó unos segundos a examinarlo bien, contempló que tenía pequeños puntitos rojos ya algo secos, provenientes de alguna succión desmedida. Pero sin duda, el peor dolor era el naciente entre las piernas. No tardó ni un minuto en darse cuenta de lo que tenía que haber vivido para tener semejante escozor en su interior. A la mínima que se movía, un pinchazo muy incómodo le llegaba hasta el bajovientre, un dolor agudo de su cérvix que le contaba por sí solo la tragedia.

Sospechó de Inagawa. Pero no recordaba nada. Y siendo honesta, por muy adolorida que hubiera salido de esos encuentros, aquello no era comparable. No recordaba en absoluto a Nami haciéndole nada que derivase en aquel insoportable dolor... en todas partes. De todos modos no tenía más sospecha. Tenía que haber sido ella.

Dominancia enfermizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora