Energías transferidas

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Hiroko se sorprendió al ver a Riku metiendo las pertenencias de la taquilla de Kitami en una caja. Le saludó y le miró extrañada, con una sonrisa.

—Oye, capullo, ¿vienes y ni me saludas...?

—Ah, no seas loca... ¿cuántos estudiantes hay aquí por metro cuadrado? ¡el guardia sólo me ha dado media hora para vaciar esto!

Fue borrando su sonrisa de a poco. Le picaba la curiosidad.

—Es la taquilla de Kitami.

—Sí... ¿no te lo dijo? Dejó hace un par de días la Academia.

Hiroko se descruzó de brazos, mirándole sorprendida.

—No, no me lo dijo.

—Al parecer le iba muy mal... en casi todas las asignaturas. Está bastante rara... oye...

—¿Qué...? ¿Qué ocurre?

—Bueno, no es nada —cabeceó una negativa y colocó la última libreta. Pero antes de que cerrara la caja, Hiroko insistió.

—¿Todo bien? Es que me extraña que no haya venido ella misma a llevarse sus cosas.

—No sé. No sé qué le pasa. No quiere pisar las instalaciones. Me ha rogado que venga yo... y está esperándome en un taxi fuera.

Hiroko comprimió los labios. Se olía algo extraño.

—¿No le has preguntado si está bien? Yo... hace ya un tiempo que no cruzo muchas palabras con ella más de un minuto seguido.

—Está rara, lastimosamente apenas he tenido tiempo para hablar con ella por el trabajo. Pero bueno... intento recompensarlo con favores tontos como éste.

—¿Dices que está fuera?

El chico asintió. Hiroko no hizo mucha más ceremonia. Se distanció de él y salió al exterior. Cuando se acercó a los peldaños, se cruzo con Aki y Hana, que iban juntas tomadas del brazo. Le chistó a su hermana pequeña.

—¿Qué haces aquí?

—Es el tiempo libre entre clase y clase.

—Sí, ya me conozco tus "entre clase y clase", no te acerques a las vallas.

Aki rodó los ojos.

—Pesada. Por cierto, tu amiga está en el coche. No sé qué le pasa pero da un miedo de cojones —murmuró Aki, encogida de hombros. Hiroko siguió la trayectoria de su dedo y vio el taxi. Alzó una ceja.

—No quiero pensar mal, pero... ni siquiera ha venido ella a por sus cosas —su hermana se encogió de hombros de nuevo, pero Hiroko suspiró—. Ahora vengo, quiero hablar con ella antes de que el novio salga. Espero que esa zorra no haya hecho nada, porque te juro que su aura sola es capaz de sobrecargar el aula.

Hana sintió que la columna vertebral se le crispaba de punta a punta. Se puso tensa, sabía aquién se refería. Aki la miró de reojo.

—¿Qué haces?

—Nada —dijo rápido la otra, restándole importancia. Hiroko le dedicó una mirada furtiva a Hana. Le habían salvado el culo ayer con el director y el Consejo de Estudiantes, pero seguía callada y taciturna.

—No os acerqueis a Inagawa, es peligrosa —dijo Sano a ambas.

—¡Otra vez! Que ya me lo has dicho unas veinte veces, pesada...

—Te las diré las que haga falta. Cuando la toma con alguien, es peligrosa. Y puede ser muy violenta. No te quiero cerca de ella.

—Vaaaaaaale —puso los ojos en blanco.

Dominancia enfermizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora