Forzar una coartada

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Kozono nunca se imaginó lo que aquel libro albergaba. Sabía que tenía algo especial, pero no el alcance de sus hechizos ni maldiciones. Invitaba al lector a tener continuos pensamientos intrusivos, algo con lo que Kozono había convivido en muchas etapas de su vida, especialmente de niña, que era cuando había seguido esos turbios dictados mentales y asesinado a varios animalitos. Si estaban indefensos, enfermos, impedidos o en desventaja de algún tipo, el placer era superior. Todos los párrafos estaban traducidos al japonés con la letra de las tres estúpidas que querían iniciar el club de magia en el instituto.

Una de las cosas de las que se percató cuando llegó a las páginas de hechizos "amorosos", fue que el amarre que había realizado hacia Reika por su cuenta y de manera casera había tenido menos efecto que el que probablemente le había realizado Hiroko. Kozono no era tonta. Sabía que Kitami tenía un carácter fuerte y prácticamente indomable. Y lo que más temió cuando la desvirgó con el strapon, cuando la alta fiebre del placer y del orgasmo se disipó, fue el hecho de que tomara alguna represalia legal o social, o sencillamente dejara de hablarle para siempre. Le había seguido los besos después, pero cuando la dejó en su casa, vio claramente una expresión de dolor en sus ojos, y coquetear con la magia de repente ya no se le hacía tan estúpido.

Fuera como fuera, el libro que tenía en las manos estaba escrito por alguien inteligente. Había aumentado progresivamente la intensidad de los hechizos, cada vez más peligrosos, cada vez más turbios, cada vez más sanguinarios, cada vez más inverosímiles... estaba detallado con tal dedicación y ejemplificado con tantas escenas, que cuando uno llegaba a las últimas páginas, sencillamente creía poder dominar el mundo terrenal. Kozono sintió que muchos de sus razonamientos eran comprendidos por ese monje, ya muerto, todos esos deseos inconfesables, toda esa rabia, todo ese despotismo y la necesidad sobrehumana que tenía de demostrar su superioridad... alguien que la entendía y que le daba las herramientas para controlar a los demás a su antojo. Hiroko había sido muy estúpida dejando un libro tan valioso en una taquilla mugrienta del instituto. Y tampoco estaba a la altura de sus palabras.

El hechizo que más le perturbó leer fue la conversión temporal de los genitales femeninos en masculinos, sólo realizable durante noches de eclipse lunar, donde además era necesario un sacrificio animal y unas palabras muy concretas,y la mezcla de especias en píldora. A Kozono los hombres no le gustaban lo más mínimo. Y adoraba el placer que se podía obtener con los cinturones de strapon, los había probado con múltiples mujeres. Pero si aquello era cierto y era temporal... había llegado a un punto en el que no cuestionaba la veracidad del libro. Lo sabía. Su subconsciente lo sabía, y lo achacó a una especie de destino. Desde el principio, desde el mismo momento en el que esas zorras le habían pedido formar el club y le solicitaron un aula, ya estaba predestinada a tenerlo en sus manos. Ahora jamás lo soltaría. Y podría pecar de lujuriosa cuanto quisiera.

Pero eso sí. El libro avisaba de los contrapuntos que había que tener en cuenta si un hechizo de gran magnitud corrompía un cuerpo humano y también balanceaba las intenciones con las que se realizaba. Es decir, que hechizos que proporcionaban daños físicos o psicológicos graves a otra persona y/o perjudicaban su salud, traían un efecto rebote, porque era un ataque directo hacia otra persona. Tenía sus devoluciones en cuanto a energía negativa, así como también modificaciones para evitar un mal mayor. Hiroko tenía escritas palabras sueltas y sospechosas en el margen de algunos de estos hechizos, como si ya hubiera calibrado ejercer alguno. Había hecho uso de otros conocimientos de magia blanca para que ciertas "puñaladas" no fueran en focos diferentes. La lectura de esa frase tan ambigua se le hizo curiosa, no entendió bien, pero lo dejó estar. El hechizo sólo tendría efecto si el recipiente humano guardaba un alma emponzoñada. Kozono no rindió la más mínima cuenta a esta información. Sólo se quedó con los pasos y las frases más potentes... que seguro que sí le serían útiles.

Dominancia enfermizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora