Brujería al más débil

58 4 8
                                    


Academia Kozono


—Joder, ¿y tú donde estabas ayer? No nos contaste nada por grupo, desconsiderada... ¿al final no hubo suerte?

—Habla más bajo, ¿quieres? —masculló Hana.

—Menudo calorazo está pegando la calefacción... esta gente se ha vuelto loca—suspiró, mirando de reojo el sistema de calefacción en un rincón alto de las paredes. Hacía tantísimo frío fuera, que el de mantenimiento aumentó los grados en todas las aulas. Hana no le devolvió ni una sonrisa. Esperó pacientemente a que el profesor se fuera cuando pitó la alarma de fin de clases. Su amiga Kaori, que había estado presente en la pijamada, le dio un codazo con una sonrisa pillina.

—Vale. Ya... se ha ido, ¿no...? —inquirió sonriente. Kaori le miró con expresión de sorpresa—, no me digas que has hecho cochinadas con Inagawa... dios, ¡esto es muy fuerte!

—N... no, yo... —ni siquiera había reparado en qué inventarse. No había pegado ojo en toda la noche.

—Vamos, ¡tienes que contarme los detalles! —la tironeó de la manga divertida, pero Hana dio un brusco tirón hacia ella, quitándole el brazo de su agarre. Kaori dejó de reírse y bajó el tono de voz—. ¿Estás bien...?

—N... no es... oye, tú... ¿le dijiste algo a Nami?

—¿A Nami? Si no he hablado con ella en mi vida... ¿por qué lo preguntas?

—Bueno—dijo sin más, evadiendo su mirada. Suspiró y ocultó hacia ella sus dos manos. Kaori se quedó mirándola.

—Estás rarísima... si te ha pasado algo malo nos lo contarías, ¿no?

—No pasa nada, de verdad. Estoy bien.

Decidió que no se lo contaría a nadie. Era lo mejor, y lo menos bochornoso. Sabiendo que tenía a una amiga topo entre su grupo más acérrimo, no le convenía nada echar más gasolina al fuego. Estaba segura de que con el tiempo, su mente curaría esa sensación tan asquerosa que sentía de sí misma. Lo más importante era aparentar normalidad. Por suerte, la abusiva cantidad de maquillaje aplicada sobre la mordedura de su mandíbula había dado sus frutos.


Conversación telefónica

—Reika, apenas he tenido tiempo para hablar. ¿Cómo te va?

—Sí, estoy bien. He estado centrada en los exámenes.

—¿Quieres que vaya a verte? Puedo llevar la cena, si te apetece.

—Preferiría que... no.

Nami dejó de hablar, le había parecido muy seca aquella contestación. Después de unos segundos, murmuró.

—¿Pasa algo? ¿Estás bien?

Oyó un suspiro.

—Nami... estoy conociendo... a un chico, ¿vale?

—¿Al de la cafetería?

—S... sí... es él. Y... bueno, he tenido algún que otro altibajo dándole vueltas al asunto. Pero creo que de verdad quiero estar con él.

—Reika, ¿podríamos vernos esta noche...? —su voz sonó queda. Reika estuvo tentada de aceptar... después de todo, se merecía una explicación a la cara. Tenían muchas conversaciones pendientes.

—Preferiría que no vinieras... me reitero. Además... sería complicar las cosas.

Nami empezó a sentir la reverberación de la rabia contenida en su estómago. Trató de mantener una voz calmada. Había controlado a Reika muchas veces ya, pero siempre era cuando tenía acceso directo sobre ella. Por teléfono y sin verla era difícil. Siempre había sido una hija de puta difícil de convencer, desde el puto primer día. Y ser consciente de ello la hacía sentir algo que no podía tolerar: inferioridad.

Dominancia enfermizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora