13. Pesadez

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Terry se sintió satisfecho el sábado de la siguiente semana porque, después de tanta frustración y tantos días, Tessie finalmente le había sonreído mientras la bañaba y hacía un juego con su patito de plástico.

No le importó mojarse, la abrazó y aunque ella volvió a asustarse, no lloró, volvió a reír cuando se apartó.

—Es hora de ir a la cama —la sacó de la tina.

—Mamá —pidió.

—Sí. Primero te visto y luego vas con mamá; ¿De acuerdo?

—Shi.

Cumplió lo prometido y preparó la cama mientras Candy le cantaba a su hija, luego volvió con ellas, sentándose del otro lado en que ellas estaban, esperando.

—Veo que estas feliz —murmuró la rubia.

—Tessie me sonrió.

—¿En serio? —le dolió y entusiasmo al mismo tiempo—. Me alegra —murmuró volteando a ver a la pequeña que sostenía.

—Incluso habló conmigo.

—Tu paciencia ha valido la pena —retiró un pequeño mechón de cabello de la frente de su hija—. ¿Vienes por mí después de llevarla a la cama?

—Claro —no tardó en regresar.

—¿Vas a escribir? —preguntó sabiendo que él aprovechaba esos momentos.

—No.

—¿Entonces?

—Aprovecharé que Tessie se acaba de dormir y que la noche está despejada, así que subiré un momento.

—¿Me llevas? Estoy aburrida de estar encerrada.

—Sí. Estoy casi seguro de que te caerá bien un poco de aire fresco.

Buscó un suéter para ella, también una de las cobijas de bebé de Tessie y su chaqueta.

—¿Lista?

—Sí —estaba entusiasma.

—Tendrás que ayudarme para abrir las puertas.

—Pensé que podrías con todo.

—Andando, enfermera White —la levantó—. Te llevaré a ver la luna.

Llegando arriba la ayudó a sentarse en el cajón de madera que solía ocupar, le cubrió las piernas con la cobija y luego se acomodó sentado en el suelo, a su lado.

—Gracias —sonreía con entusiasmo.

—¿Te molesta si fumo?

—Te doy permiso solo por esta vez pero con la condición de que me dejes probar un poquito.

—No. Te hará daño.

—¡Terry! —carcajeó dándole un leve manotazo.

—Está bien. Te convidaré, solo porque no quiero que me golpees.

—Bien pensado, soy capaz de mandarte al hospital —siguió el juego mientras él encendía el cigarro—. Nunca había subido. Es muy tranquilo aquí arriba.

—Casi no llega ruido.

—Dame —pidió y enseguida lo recibió, tosiendo casi de inmediato—. ¿Cómo lo haces?

—Práctica. Piensa en el cigarrillo como si fueras a besar a... a Stan... —apartó la mirada—. Debes comenzar lento, solo con los labios, suave y despacio, casi con cariño.

—¿En quién piensas cuando fumas?

—Hazlo y no preguntes —volteó al frente—. Piensa en tu novio —la rubia lo consiguió, pero pensando en otra persona, aunque volvió a toser.

Por un Poco, Por SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora