Por un Poco, Por Siempre

19. Sueños

Aún no quería marcharse, tenía que lavar la ropa de Terry, ese era su pretexto perfecto; pero en lugar de ello aprovechó que él se bañaba para caminar un poco y así tratar de despejarse.

Sabía que debían hablar al respecto aunque aún no quería hacerlo, quería seguir jugando a la pareja felizmente casada y temía que, en cuanto se marcharán, aquello terminaría.

Caminó hasta el padre árbol, sentándose bajo su sombra y pensando en las palabras de Denise.

¿De verdad Terry aún la amaba?

Terry siempre había sido un gran actor; ese talento corría por sus venas.

Tal vez seguía siendo tan buen actor que logró convencer a Denise de que estaba enamorado de ella. Tal vez había usado la misma táctica para convencerla, para obtener un poco de satisfacción. Fuera como fuera, sabía la verdad, sabía que en Manhattan Emily lo estaba esperando, sabía que, aunque volviera a dejarse caer en la red de ese amor, llegaría el momento en que tendría que volver a liberarse.

Al menos seguía siendo soltera, al menos no estaba traicionando a nadie que le importara.

Ella había intentado olvidarlo sin éxito, aunque tampoco podía negar que al principio creyó estar enamorada de Stanley.

¿A Terry le pasaba algo parecido con Emily?

Tal vez por eso pensaba terminar su relación con ella, pero la noche que pasaron en Lakewood le pareció que era lo contrario, le hizo pensar que la amaba y que era por ella que no quería participar en su mentira, aunque al final accedió.

Tal vez sólo estaba confundido, tal vez solo se sentía así por lo que estaban experimentando. Tal vez, al volver, al salir del hogar de Pony volverían a tener esa relación distante, igual que el día anterior mientras volvían a Lakewood, antes de que él se sumergiera en el bosque.

No quería irse, aún no. Quería, al menos, pasar otra noche entre sus brazos, sintiendo su cariño, saboreando sus besos, siendo suya, tratando de no pensar en nada para lograr disfrutar de ese momento junto con él, soñando que era feliz a su lado.

Volteando hacia arriba pensó en trepar, había pasado mucho tiempo desde la última vez que lo intentó, pero aún era ágil, aún era fuerte. Sonrió anticipándose a su posible decisión.

—Ofrecería un penique por tus pensamientos; pero son bastante claros —no lo escuchó llegar.

—¿Crees que aún pueda subir?

—Quien llegue primero a lo más alto posible, pagará el almuerzo en el tren. ¿Aceptas?

—No —lo hizo reír—. Eres más alto, por ende, llegarás primero.

—Pero tú lo conoces mejor, sabes que ramas pisar —notaba su gesto preocupado, aunque dudaba que fuera por el árbol.

—No quiero trepar. Bueno, si quiero, pero no quiero —lo hizo sonreír.

—¿Por qué?

—No sé, en este momento no estoy segura de nada —solo de querer estar con él, pero eso no se lo diría.

—Hace rato dijiste que debíamos hablar; ¿quieres hacerlo?

—Aquí no, quizá cuando volvamos a la villa.

—¿Caminamos? —ella lo tomó de la mano, consciente de que había muchas miradas sobre ellos, aceptando y comenzando a introducirse en el bosque.

—Una vez robé el vino de la señorita Pony para hacer un día de campo con Annie —sonrió—. Nos fuimos por allá —señaló un sendero—. Éramos unas niñas de no más de diez años.