III. Fine

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— Mamá, creo que te equivocaste

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— Mamá, creo que te equivocaste. Yo no conozco a estos chicos. 

Eso no estaba bien, no podía estar pasando. Parecía como si todo a su alrededor pidiera a gritos que se tratara de una broma. Los nervios incrementaban al verlo con aquella seriedad que pocas veces recorría la mirada de Jaemin.

— Nana, estás bromeando, ¿Verdad? — El rubio se acercó a su amigo, negando con su cabeza y sentándose sobre la cama, en el lugar que antes ocupaba la madre del menor.— Está bien, pasaron muchos días desde el accidente pero no es bueno decir tonte— La voz del menor le impidió seguir hablando.
— Si de verdad dices ser mi amigo, ¿Crees que bromearía con algo así?

Jeno estaba comenzando a desesperar, miraba a Taeyong con una mueca preocupada, buscando alguna respuesta en sus ojos pero el mayor estaba en shock, apretando sus labios esperando con ello calmar a su adolorido corazón. El pelinegro suspiró pesado, sacando aquellos pensamientos intrusos de su mente, se acercó a su hermanito, quien ante esta extraña situación estaba empezando a respirar entrecortado mientras algunas lágrimas delgadas surcaban por sus mejillas.

— Jen, creo que debemos dejar que Jaemin descanse.— Tomó su diestra, apretándolo suave y le obligó a pararse para alejarlo de la cama.
— T-Tae... Por favor, dime que ésto no está pasando.

Le dolía el alma, pero, al igual que con el padrastro de Jaemin, debía mantener la calma y ser fuerte, por ambos. Lo sacó de la habitación y lo llevó hasta la sala de espera, lo sentó y sólo en ese momento sintió un gran malestar en su pierna. Se apoyó en la pared masajeando su muslo derecho antes de volver a caminar hasta una de las máquinas dispensadoras para comprar un café para su hermano. Necesitaban tranquilizarse de alguna manera porque nadie más que ellos entendían el dolor del otro y la cafeína era la única solución que podía conseguir en ese lugar.

En ese momento era difícil tener certezas positivas sobre su futuro con Jaemin, pero quería mantener esperanzas, ¿Era posible estar días, semanas o años viviendo su vida sin estar a su lado? Movió su cabeza cerrando fuertemente sus ojos, no era bueno tener esos pensamientos, porque solo le hacían caer más en su ansiedad.

— Toma esto, Jen.— Le tendió el vaso de cartón ante su mirada perdida.— Tiene bastante azúcar y es lo mejor que pude encontrar para calmarnos.
— ¿Por qué pasa esto? — Su voz salió en un susurro apenas audible.
— ¿Qué cosa? — Se sentó a su lado y bebió un sorbo grande de su cappuccino.
— ¿Por qué puede perder la memoria así como así? ¿Por qué nos olvidó a nosotros?

Un muchacho de unos 24 años, se acercó a los hermanos, escuchando su conversación. Vestía un uniforme celeste que hacia resaltar su cabello grisáceo, además de una mirada comprensiva y cálida.

ᴄʀᴀꜱʜ ᴏɴ ʏᴏᴜ [ ɴᴏᴍɪɴ ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora