Si, el miedo me ha atacado incansablemente y ese momento en específico es uno de los que me arrepentiré todos los días de mi miserable realidad, porque lo que más temí que pasara, ahora se está materializando.
Perderé a mi alma gemela y el único cul...
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— Me siento como un estúpido. Me empeñe tanto en que pudieras recordar tu vida, y lo hiciste tú solito. — Lee Jeno, siempre haz sido un idiota.— El menor se encogió de hombros y rió suave, levantando su cabeza para mirarle.— Mucha charla sobre mí, no me gusta. Ahora, ¿Me quieres decir que es lo que te pasa? Mis recuerdos volvieron, así que te conozco más que nadie y sé que estás mintiendo.— Buscó en su propia chaqueta una cajetilla de cigarrillos saborizados y su encendedor, tomando uno mientras le ofrecía otro a su amigo. Lo encendió y caló suave. — No quiero hablar de eso, Nana. — Bien, entonces te diré mis teorías.— Lanzó el espeso humo cerca del rostro ajeno.— Uno, estás a punto de jalarte el año en la universidad.— Jeno imitó sus actos y encendió el cigarrillo.— Y dos, peleaste con RenJun por culpa mía. — ¿Acaso eres una pitonisa? — Ambos rieron, mientras el pelinegro recibía un golpe en su brazo. — Idiota. — Siempre he sido un idiota, Na Jaemin.— El menor negó con su cabeza, volviendo a reír.
Era lindo verlo así, un poco borracho, un poco preocupado, porque sentía que todo lo que estaba bien en su vida volvía. Su calidez le devolvía las esperanzas de que quizás no todo estaba perdido como él pensaba. Otra vez el humo del tabaco golpeaba suavemente su cara, lo que le hacía despabilar.
— ¿Desde cuándo fumas? Nunca te gustó. — Desde que me alejé.— Y allí estaba, el pase perfecto para contarle todo.— Nunca entendí por qué lo hacías hasta ese momento. — No tuviste que hacerlo. — ¿Qué cosa? ¿Comenzar a fumar o alejarme? — El mayor se encogió de hombros.
El ambiente había cambiado, sin que alguno de los dos lo quisiera, pero era el momento, el instante preciso, porque cuánto más borrachos estuvieran, más se distorsionarían las cosas.
— RenJun no tenía el derecho de decirte nada. — Jen, él sólo hizo que me diera cuenta de la poca independencia que tengo, de alguna manera me ayudó. — No.— Quitó su capucha y dejó al descubierto su dolor.— Escucha atento lo que voy a decirte. Nadie tiene el derecho de hacerte sufrir. RenJun te mintió para su propia conveniencia, te alejó de mí y te trato como basura...
El platinado negó con su cabeza, llevando su diestra a acariciar las mejillas de Jeno que poco a poco se regaban de lágrimas. Llegaron esas malditas ganas de besarlo, de acurrucarse junto a él, de volver a sentir que estaban en su propio mundo y que nada podía detenerlos pero fueron interrumpidos por la lluvia. Era intensa y espesa, en cuestión de segundos quedaron empapados pero no querían irse de aquel mágico lugar. El pelinegro le abrazó con todas sus fuerzas y Jaemin lo levantó como pudo del suelo, hasta llevarlo dentro del hogar. Subieron las escaleras hasta llegar a su habitación, donde el mayor, entre sollozos suaves, sacó del armario algunas prendas que solía ocupar para dormir y las tendió sobre las manos del platinado. Por alguna razón, y como si todo fuera igual que antes, se cambiaron juntos, incluso, Jeno secó los cabellos ajenos con una toalla y Jaemin se sentía pequeño, la ropa le quedaba un poco grande y le recordaba todas las pijamadas que tuvieron cuando eran niños.