Capítulo 26: Los tres ancianos

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            La noche es fría, pero en la portentosa base samurái el frio no es suficiente para menguar la férrea voluntad de los incansables ashigarus que haces crecer cada día más ese baluarte. Nos situamos en una pequeña taberna que sirve para que los soldados y los trabajadores puedan descansar después de un arduo día de trabajo. Una inesperada reunión es la que nos trae a este lugar; y es el encuentro de tres de tres campeones de renombre: Jubei, Kazuma y Kazuki. Debido a las altas horas de la noche el lugar estaba desierto y el sujeto que lo atendía llevaba ya media hora dormido en una silla detrás de la barra.

—No lo entiendo, ¿por qué el shogun no me envió a mí en esa misión? —Cuestionaba Kazuki Kisaragi—. ¿A caso no confía en mis habilidades?

—¿Puedes dejar de pensar en eso? Llevas días jodiendo. No te envió por que no quiso —Respondió Kazuma que ya se notaba influenciado por el alcohol.

—A diferencia de ti, a mí no me gusta estar de vago todo el día. Un samurái de verdad debe estar siempre activo y en forma. ¿Cuándo fue la última vez que entrenaste? —Reprendió con seriedad el de cabello oscuro.

—No tengo idea. La última vez que entrené aun estábamos en nuestro país —Respondió despreocupado mientras daba otro trago—. No necesito entrenar, solo necesito descansar y disfrutar de la vida.

—Hablas como un ronin. Qué vergüenza. ¿Cómo diablos Lord Shimazu te considera su campeón?

—Púdrete. El viejo Shimazu sabe perfectamente que soy el más fuerte de sus sirvientes y nadie mejor que yo para ser su campeón —Da otro trago—. Ya veraz, Kisaragi, cuando me den una oportunidad acabaré con una tropa de ninjas y meare en sus cadáveres.

—Tu daimyo cofia tanto en ti que prefirió que un criminal entrenara a su hija; eso habla de tus habilidades —Comentó mordaz Kazuki.

—Sí, si lo que digas. Esa tonta presumida y vanidosa. Es igual a su madre —Dijo cruzando de brazos.

—Debes respetar a tus enemigos y tus amos, Kazuma —Habló Jubei de forma un tanto seria—. No importa quienes sean o como actúen.

—Solo estoy jugando, Jubei —Siguió riendo mientras daba un gran trago directo a la botella—. ¡Esta mierda es muy buena! ¡Quiero otra!

—Ya no. Mañana tienes exploración y debes estar en tus cinco sentidos —Objetó Kazuki alejándole la otra botella.

—Puedo hacerles una pregunta —Interrumpió Jubei que desde hace un tiempo se había notado algo serio y pensativo.

—¡Déjame adivinar! Otra pelirroja de pechos grandes te rompió el corazón. Que pena, Jubei, no hay medicina para eso —Se burló Kazuma tratando de alcanzar la botella, pero Kazuki se la alejaba.

—No le hagas caso: ya está demasiado ebrio como para decir cosas coherentes —Dijo Kazuki rodando los ojos y dándole la botella para que no interrumpiera.

—No quiero que malinterpreten esto, solo es una pregunta. ¿Ustedes confían en los daimyo?

Kazuki se extrañó por la pregunta. Miró de reojo a Kazuma, quien se daba gusto con la botella. La dejó de lado y suspiró sonriendo.

—¿A qué viene eso, Jubei? —Cuestionó Kazuma aún más ebrio.

—Solo es una pregunta entre amigos. Sea lo que sea que tengan que decir no saldrá de aquí.

El samurái tuerto buscaba escuchar algo de sus compañeros, algo que solventara las palabras que tiempo atrás le dijo Hideo Fujigawara.

—¿Acaso tienes algo que quieres decir, pero no sabes a quién? —Objetó Kazuki notando que Jubei ocultaba algo.

Naruto: El Resurgir del SamuráiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora