Tras la derrota de Kido y Miyuki por parte de los ninjas Tamui y Zana días atrás, el grupo decidió parar momentáneamente su búsqueda para que pudieran descansar y recuperarse. Lograron llegar a una pequeña aldea cultivadora de arroz y se apoderaron de una vieja casa para descansar.
—¡Ya podemos irnos! —Pedía Reiko en reiteradas ocasiones—. Estamos perdiendo tiempo valioso. Esta misión se está prologando más de lo necesario. Si sigo perdiendo tiempo mi hermano dejará de confiar en mí.
La hija de Shinzo Tokugawa vestía solo ropa interior, color rojo; se había despojado de su armadura y armas. Poco le importaba la presencia de dos hombres.
—No estamos aquí por usted, señorita Reiko —Objetó Sato de manera apacible—. La señorita Miyuki y Kido aún no se han recuperado completamente de sus heridas. Debemos esperar.
El arquero samurái, campeón del clan Takeda, a diferencia de los demás miembros de su equipo no se despojó de su armadura
—¿Lo dices por mí o por el niño? —Alegó Miyuki de forma seria. La samurái de cabello cobrizo—. Yo estoy más que lista para regresar a la búsqueda de ese par de ninjas. Les voy a cobrar con intereses lo que hicieron.
Ella también carecía de su armadura. Sus brazos estaban cubiertos por vendas al igual que varias banditas sobre su rostro y algunos moratones todavía persisten en ella.
—Precipitar un encuentro sin meditarlo, señorita Miyuki —Dijo Sato, de manera que la hacía responsable de su estado actual.
—No me hables con tus tontos refranes de monje, Sato. Si te dedicaras a entrenar más a ese niño no nos hubieran vencido tan fácilmente —Recriminó mientras señalaba despectivamente a Kido—. Fue por él que perdimos: esa mujer lo venció fácilmente.
—A ti también te patearon el culo, Miyuki. No culpes al niño por eso —Agregó a manera de burla Reiko mientras reía.
—¡Cállate, Reiko! —Exclamó ofendida—. ¡Ya no perdamos más tiempo y vamos a por esos hijos de perra! ¡A los dos los voy a matar! —Aseguró de forma molesta mientras se iba a su habitación para prepararse.
—¡No se diga más! —Sonrió Reiko complacida—. Sato, niño, nos largamos. Regresamos a la búsqueda de ese sujeto.
—Estas jóvenes nunca entenderán el camino del samurái —suspiró Sato levantándose.
Volvió la mirada a su apreciado alumno que no había hablado en toda la mañana. Solo había estado sentado mirando al jardín mientras con una tela pulía su espada y armadura. Le mentor se preocupó por él y acudió para preguntarle si algo lo perturbaba.
—Si, sensei, estoy listo para regresar a la misión —Respondió mirándolo sobre su hombro. Sato asintió y salió de la casa—. Quizás la señorita Miyuki tenga razón. No fui rival para esa mujer.
Mientras miraba su espada esta reflejó una silueta en su hoja, al tiempo que un pequeño chillido emanaba de ella. Este era el hokaku de Kido, o mejor dicho, la hokaku.
—Sabita. Siempre me subestiman, siempre creen que no puedo estar al nivel. El único que ha confiado en mí es Sato-sensei. Ahora que perdí contra esa mujer, pues, creo que tienen motivos para creer que soy débil, ¿no?
El chillido volvió a sonar, aunque un poco más alto y más contantes. Dicho sonido es como el que emitiría un pequeño roedor, y es que Sabita es eso precisamente.
—Nunca te rindes, ¿verdad? Sé que tienes ganas de volver a luchar —Sonrió acariciando el filo de la espada—. Quisiera tener tu espíritu de lucha.
Una vez más chilló la hokaku, aunque más fuerte esta vez, cual si le gritara algo.
—Claro que sí. Tienes razón. Sato-sensei jamás me habría elegido como su alumno si no viera algo en mí. Ese gran samurái tiene toda su confianza en mí; no puedo decepcionarlo por una derrota. Tengo que demostrarle que soy digno de sus enseñanzas —Agitó de lado a lado su arma—. Gracias, Sabita. Siempre sabes cómo animarme
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Naruto: El Resurgir del Samurái
ActionEl mundo ninja, un vasto y hermoso lugar en el que conviven países, aldeas y culturas diferentes. Como han gozado estos últimos tiempos de paz desde la última guerra. Durante este periodo de paz las aldeas ninjas han crecido enormemente incluso han...