Un día nuevo día despunta en las verdes tierras al sur del continente, en las tierras forestales del País del Fuego. Con los primeros rayos del sol comienza una nueva mañana en la Aldea de la Hoja; es el inicio de la primavera y los días no pueden ser más bellos y frescos. Las calles del asentamiento ya estaban concurridas antes de que el sol se asomara por el horizonte, pues el amanecer no es el despertar para los aldeanos, honrados y trabajadores. El aroma primaveral pronto se fundió con los olores de la comida que emana de las decenas de restaurantes que se encuentran a lo largo y a lo ancho de sus inmediaciones. Una mañana común y corriente se podría decir.
Las puertas principales estaban abiertas en plenitud, permitiendo el acceso a comerciantes, viajeros y granjeros como siempre, pero ese día una visita singular llegaría: un hombre alto y fornido de larga cabellera blanca, ropajes verdes con rojo y unas sandalias de madera; a su lado un joven de cabellos rubios y ojos azules, con ropajes anaranjados con negro, destacando una enorme sonrisa en su jovial rostro.
–Oye, mira ¿son ellos? –Preguntó Izumo, uno de los vigilantes de la puerta, quien de inmediato reconoció a aquel par tan llamativo.
–Si, son ellos, ¡vaya! ¿cuánto tiempo ha pasado? –Le respondió el otro vigilante con
igual asombro.–¡Hola, Izumo, Kotetsu! ¿Cómo están? Ustedes no han cambiado nada: siguen siendo los vigilantes –Les respondió el joven de rubios cabellos y brillantes ojos.
No era para menos la sorpresa: Cuatro años pasaron desde aquella tarde en que los vieron marchar a alumno y maestro a un destino incierto.
Los elogios y muestras de aprecio se hicieron presentes en ese encuentro. Principalmente por parte de ellos hacia el chico, o más bien al joven, pues ya no era a aquella alegre y divertida figura infantil que tanto recordaban por su tendencia a los problemas, ahora era un joven adulto de constitución envidiable.
Por más alegre que fuera ese reencuentro los recién llegados tenían en mente otros planes que no querían retrasar. Se despidieron y continuaron su camino por la avenida principal.
La belleza del pueblo y los cambios casi nulos llenaban de emoción, nostalgia y regocijo al muchacho que por fin regresaba a su hogar. Siguieron avanzando sin decir nada hasta llegar al edificio de la Hokage, donde de nuevo su presencia despertó sorpresa en más de uno quien lo conocía. En el pasillo de la última planta se toparon con Shizune, la fiel ayudante de la Hokage; en sus brazos llevaba a la mascota de Tsunade, una cerdita de nombre Tonton. La asistente no se había percatado de ese par hasta que estaban cara a cara.
–Hola Shizune, ¿cómo estás? –Dijeron ambos al mismo tiempo.
La mujer se sorprendió tanto que dio un chillido, pues la habían tomado por sorpresa, terminado por caer sentada en el suelo soltando a la cerdita que le refunfuñó por el golpe que se llevó.
–¿Estás bien? –Naruto se acercó para ayudarla a ponerse de pie–. No era nuestra intención asustarte, Shizune.
–Fue mi culpa, me sorprendieron. Gracias Naruto –Respondió sobándose el trasero. Y luego reaccionó–. ¿Naruto? ¡Naruto y Jiraiya! Volvieron, cielos, esto es increíble. ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¡Has cambiado muchísimo!
–Cuatro años. Tú no has cambiado nada que digamos. ¿cómo le haces para no envejecer?
–Seguro haces las mismas artimañas que Tsunade, ¿verdad? –Comentó Jiraiya, de forma socarrona.
–¡Claro que no! –Alegó ofendida por tal insinuación–. Pero bueno, dejando eso de lado. Vinieron a ver a lady Tsunade, ¿verdad?
–Sí, así es, ¿está aquí? –Preguntó Naruto.
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Naruto: El Resurgir del Samurái
ActionEl mundo ninja, un vasto y hermoso lugar en el que conviven países, aldeas y culturas diferentes. Como han gozado estos últimos tiempos de paz desde la última guerra. Durante este periodo de paz las aldeas ninjas han crecido enormemente incluso han...