Capítulo 33: Reagrupación

15 1 0
                                    

Un ninja de la nube salta de un árbol arrojando shurikens a un enemigo, quien con facilidad los bloquea todos con su roja guadaña. Antes que se dé cuenta el akatsuki zombi arroja su brazo tomándolo por el cuello para estamparlo contra el suelo de forma violenta. Hidan salta sobre el ninja clavando su guadaña sin piedad en el pecho dándole muerte al instante.

—Y con ese son diez —Ríe El Inmortal sacando su arma de forma brusca—. ¿Dejaran de llegar en algún momento? La verdad esto ya no es divertido.

—Ella no está aquí —Gruñe Kakuzu aplastando un cadáver con desprecio

Ambos ninjas se encuentran a la mitad de un pequeño poblado. El caos lo es todo allí, entre las cabañas que arden en llamas, las derruidas y las decenas de cadáveres por allí regados, entre ninjas y civiles que no escaparon a la cólera desatada por Kakuzu al ver perdido su objetivo.

—¡Te dije que no era en esta dirección, Hidan! —Exclamó furioso mirando con ira a su compañero.

—No me culpes a mí, imbécil —Negó El Inmortal cruzado de brazos—. Yo claramente te dije que debíamos seguir a esos extraños sujetos con espadas —Suspira y sonríe mirando la muerte sembrada allí—. Pero, oye, no todo es un desperdicio, ¿verdad?

—¡Es un completo desperdicio, idiota! —Alegó colocándose su túnica—. Como sea. Ya no hay más nada que hacer: perdimos el rastro a esa zorra.

—Podemos volver a la ciudad donde la encontramos —Sugirió Hidan acercándose a él—. Es probable que haya regresado allí.

—Puede ser, pero lo dudo, nosotros estamos más cerca que ella, de haber venido en esta dirección la habríamos encontrado. Lo mejor será salir de este lugar. Las alarmas comienzan a sonar en todas las aldeas cercanas, esto se inundará de ninjas de la nube —Sugirió Kakuzu—. Tarde o temprano la encontraremos.

Ambos ninjas se retiraron de lugar desapareciendo entre la nube de polvo.

Las horas pasaron y la noche cayó. Nos dirigimos a una pequeña aldea, algo lejana al lugar donde se suscitaron los combates, donde, por cierto, las calles eran vigiladas furtivamente por ninjas de la nube, enviados ante la supuesta presencia de los akatsukis, siendo estos su mayor prioridad. Y es por eso que no sospecharon de un grupo de hombres y mujeres que llegaron hasta allí para descansar en una vieja casa abandonada.

—Ese sujeto debió ser muy fuerte, o no actuaste de forma correcta, Akira —Decía la señora Ayako, quien con cuidado y cariño curaba las heridas de su alumno, pasando un algodón por sus mejillas.

—Era muy fuerte. Perdóneme, sensei, fracasé a pesar de sus enseñanzas. Prometo que no volverá a pasar: cuando vuelva a toparme con ese sujeto le daré muerte...

Antes que siguiera hablando ella le dio un golpe en la cabeza.

—¡Nunca jures venganza! No dejes que el rencor nuble tu camino, yo nunca te he enseñado eso —Reprendió de forma seria.

—L-lo siento, sensei

—Aun así —Suspiró y sonrió un poco, para comenzar a vendarlo—. Cuando volvamos tendremos que invertir más tiempo en nuestro entrenamiento. Debo admitir que aun cuando mis enemigos eran unos muchachos, lograron exigirme más de lo que esperaba. Quizás es porque me estoy volviendo vieja.

—No diga eso, sensei. Usted aun es una mujer en plena forma, debió confiarse, eso es todo. Un grupo de ninjas novatos jamás podrían con usted —Apoyó Akira tomando suavemente la mano de su mentora—. Sin importar la edad que posea, una guerrera como usted nunca será un rival fácil.

—Gracias, Akira —Sonrió por las lindas palabras del chico. Dejando un poco de lado su papel como mentora se acercó y lo abrazó demostrando un gran aprecio—. Me alivia que estén todos bien.

Naruto: El Resurgir del SamuráiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora