-cap. nueve

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Catalina siempre trataba de mostrarse con un semblante frío, que nada ni nadie era capaz de herirla. Pero la realidad es que solo era una máscara, que usaba afuera de su casa para que los demás vean que las críticas hacia ella le eran indiferentes. Pero cuando llegaba a su casa al final del día, esa máscara desaparecía y soltaba todo lo que estuvo conteniendo durante el día.

Trataba de no hacerle caso a aquellos comentarios, que son de parte de personas anónimas detrás de una pantalla, que ella sabía como era en realidad. Pero últimamente esos comentarios comenzaron a hacer eco en su cabeza, hasta el punto de creerse todo lo que decían sobre su persona. Y no tuve mejor idea que esconderse en la comodidad de su casa, sin responder mensajes —salvo el de sus padres, quienes tuvieron que volver a Argentina—.

No hacía más que recostarse en su sillón y poner su serie favorita, para pensar en nada. Y eso es lo que estaba haciendo; acostada, mirando su show de comfort mientras picoteaba algo.

El sonido del timbre hizo que silenciara la televisión, y se sentara bien en el sillón. Trato de no hacer ruido, creyendo que haciendo eso la persona que se encontraría detrás de la puerta pensaría que no estaba y se fuera.

— Cata, ya se que estás ahí — la voz con el acento tan característico de Canarias se hizo presente —. Ábreme la puerta. Solo quiero saber cómo estás.

Y es que Pedri trató de ponerse en contacto con la argentina durante esos dos días que ella decidió no contestar un mensaje más. Por lo que decidió irse hasta la casa de la castaña y asegurarse de que estuviera bien.

Catalina soltó un suspiro mientras se levantaba del sillón. Se acercó a la puerta y se quedó parada ahí, debatiendo si debía abrir o no. Pero se dijo a si misma que debía volver a hablar con un ser humano en algún momento, por lo que decidió abrir la puerta, encontrándose con Pedri.

El isleño la miró entre sorprendido y aliviado; sorprendido porque Catalina había abierto la puerta, y aliviado de saber que estaba bien, o bueno, viva al menos.

— En realidad no pensé que me fueras a abrir — Pedri sonrió un poco —. ¿Puedo pasar?

La argentina no dijo nada y solo se hizo a un lado, dejando que Pedri pasara a su casa. El canario hizo un escaneo del lugar, encontrándose todo limpio, para después hacer un escaneo a la apariencia de Catalina, quien no se veía tan bien, como era de esperarse. Tenía unas ojeras bastante notables, estaba más pálida de lo normal y se la notaba cansada.

Catalina volvió al sillón y se sentó con Pedri siguiéndola de cerca.

— ¿Como has estado? — el canario le pregunto.

Inmediatamente, el mediocampista se pego una cachetada mental cuando terminó de hacer esa pregunta. Se notaba desde lejos que Catalina no había estado en sus mejores días.

— Te diría que bien pero la verdad que mal — le respondió en un susurro.

— Mira, Cata... yo se que recién hemos comenzado a hablar cuando comenzó todo esto del contrato y qué tal vez no me tengas ni una pizca de confianza. Pero quiero que sepas que me puedes contar lo que quieras, y quiero que sepas también que cualquier cosa que me digas no va a salir de mi boca.

Catalina lo miro por unos segundos para después soltar un pequeño suspiro.

— Estoy harta — comenzó —. Estoy harta de la gente, de los periodistas, de todos. Siempre tienen que traer el tema de que supuestamente engañe a mi ex, cuando en realidad el que me engaño fue él y esa foto en la que estoy con un chico fueron meses después de que nos hayamos separado. Pero claro, la mala de película soy yo. Soy yo la mierda de persona, soy yo la hija de puta — Pedri abrió los ojos cuando escuchó aquella información —. Y encima después tengo a los periodistas que son uno más hijo de puta que el otro, diciendo que no siento la camiseta de mi país lo suficiente, que hubiese aceptado la oferta de haber jugado para España o para Italia. Y ni te cuento de las pendejas que me odian por respirar por nuestra supuesta relación — soltó un suspiro —. Y siempre trato de recompensarlo en los partidos, dando asistencias, metiendo goles. Pero parece que nunca es suficiente.

— Yo... — Pedri trató de buscar las palabras correctas, pero ninguna parecía serlo en aquel momento —. Se que cualquier cosa que diga, no va a mejorar ni un poco la situación. Pero quiero que sepas que nada de lo que dicen, ni los periodistas ni las fans locas, nada de eso es verdad. Era una excelente jugadora y una excelente persona. No dejes que nada ni nadie te diga lo contrario, porque no es cierto — acercó una de sus manos para limpiar una lágrima que comenzaba a caer por la mejilla de la argentina —. Sinceramente, me siento un privilegiado de poder conocerte mejor, por más de que sea gracias a un contrato. Y te has vuelto en una persona importante para mi.

El corazón de Catalina comenzó a latir fuertemente contra su pecho, como si quisiera salir y entregarse completamente a Pedri. Se lo quedó mirando por unos segundos hasta que se acercó a él, enrollando sus s por el cuello de él y atráelo hacia ella lo mejor que podía.

— Gracias — susurró —. Y perdón, te agarré de psicólogo.

— No tienes porque disculparte — el canario se separó un poco, haciendo que sus caras quedaran bastante cercas —. Eres una persona maravillosa, ¿si? Cualquiera que tuviera la oportunidad de conocerte tiene mucha suerte — acomodo un poco el pelo de la fémina que caía por su cara —. ¿Que te parece si pedimos comida y vemos la película que quieras?

Catalina asintió para después volver a abrazar a Pedri. Si alguien le hubiese dicho el día que firmó el contrato, que el canario carismático del equipo masculino iba a convertirse en una persona importante para ella, probablemente se hubiese reído en sus caras. Pero ahí estaba, sintiéndose agradecida de haber firmado ese contrato.

último del año

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último del año. ¡felices fiestas!

 ¡felices fiestas!

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y axel al 9009

𝐅𝐀𝐋𝐋𝐈𝐍𝐆 | Pedri GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora