-cap. dieciocho

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— ¿Para que nos habrá llamado? — Catalina pregunta retóricamente a la vez que ella y Pedri se adentraban a las oficinas de Barcelona, para ir hacia el despacho de Laporta.

— La verdad que ni idea — el canario se encogió de hombros para posteriormente pasar un brazo por los hombros de la castaña —. Pero me puedo esperar cualquier cosa.

— Y a estas alturas... — Catalina soltó un suspiro.

Siguieron caminando, saludando a los empleados que pasaban, hasta que llegaron hacia la puerta de la oficina del presidente del club. Pedri tocó la puerta y esperaron pacientemente hasta que Laporta les dé permiso de pasar.

— Hola, chicos — Laporta les sonríe —. Pasen y tomen asiento, por favor.

Los dos futbolistas le hicieron caso y se sentaron en los sillones individuales, ambos sintiendo un deja vu.

— ¿Que hicimos ahora? — Catalina no se pudo contener y soltó la pregunta que rondaba su cabeza.

Pedri trató de ocultar lo mejor posible su carcajada, fingiendo tener tos.

— Pues, para sorpresa de todos, no habéis hecho nada malo — Laporta sonrió aún mas —. Solo os quería felicitaros por la actuación que habéis hecho últimamente. La gente, la prensa y los aficionados realmente creen que estáis en una relación.

Pedri miró de reojo a Catalina, notando como ella estaba con el ceño fruncido. Y es que la castaña tenía sus sospechas de que algo iba a pasar, pero no sabía que.

— ¿Entonces? — el canario preguntó.

— Hemos logrado lo que queríamos, que la gente se olvide de sus "escándalos" — hizo el gesto de las comillas —, por ende, ya no es necesario que sigan con el contrato. A no ser que vosotros queráis seguirlo.

Los dos futbolistas compartieron miradas, tratando de comunicarse telepáticamente si decirle o no sobre que estaban intentando algo de verdad.

— Señor — Pedri decidió hablar —. Nosotros estamos como... bueno, estamos-

— Estamos intentando algo de verdad — Catalina lo interrumpió al ver que él no podía.

— ¿Como? — Laporta frunció el ceño.

— Que nosotros estamos juntos — el canario finalmente dijo lo que quería decir a la vez que agarraba la mano derecha de Catalina y la entrelazaba con la de él.

— Bueno — el presidente del club se apoyó en el respaldo de su silla —. Sinceramente, no me esperaba esto para nada. Pero si vosotros estáis bien y queréis seguir así, pues adelante — les sonrió como si fuera un padre orgulloso de sus pichones.

— Gracias por su bendición, señor — Catalina sonrió con burla y se levantó de su silla.

— Espero la invitación a la boda — Laporta se levantó para saludarlos.

— Tampoco para tanto, eh — la argentina le frenó el carro —. Vamos de a poco.

Los tres se despidieron, y la pareja no oficial salió de la oficina con sus manos entrelazadas. Cuando llegaron al estacionamiento, se subieron al auto del canario y salieron de las oficinas.

— ¿Quieres ir a almorzar? — Pedri le pregunto.

— Obvio, tengo una lija — Catalina le respondió sinceramente.

— ¿Eh? — el canario la miró confundido.

— Que tengo hambre — la castaña soltó una risa.

Por más de haber vivido por once años en España, su acento argentino nunca se fue y aveces se olvidaba de que había palabras que no eran iguales.

— ¿No te sale el acento español? — el canario le pregunto.

𝐅𝐀𝐋𝐋𝐈𝐍𝐆 | Pedri GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora