-cap. cuarenta y dos

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La noche había caído sobre Barcelona, dejando un manto de oscuridad que contrastaba con las luces tenues de los faroles. Catalina salió del restaurante riendo y charlando con Alexia, Aitana, Patri, Claudia, Mapi e Ingrid después de una cena que se había extendido más de lo esperado.

Alexia fue quien había tenido la idea de juntarse a cenar. Ni bien Catalina había firmado contrato, le mando un mensaje para que quedaran las más cercanas a ella y salir a celebrar que la más pequeña, entre ellas, había vuelto a casa.

— Como me alegro que estes devuelta, Cata — Aitana sonrió mientras abrazaba a la argentina por un costado.

— Yo también estoy feliz de estar devuelta — Catalina sonrió contenta.

— No te creas que nos hemos olvidado de los goles que nos has metido en Champions — Mapi hablo con su voz arrastrándose, ya que se había pasado un poco de copas, mientras señalaba con el dedo a la menor.

— Se los compensó esta temporada — la castaña rodó los ojos divertida.

— Vale, creo que es hora de que nos vayamos cada una a descansar — Alexia hablo a la vez que se acercaba a Catalina para darle el, probablemente, milésimo abrazo en lo que iba la noche —. No sabes la falta que has hecho en el vestuario, Cata. Estoy muy contenta que hayas decidido regresar a casa — le susurro.

— Yo también, Ale — Catalina le respondió mientras le correspondía el abrazo.

Luego, se despidió de todas con un abrazo y camino en dirección contraria hacia donde sus amigas iban, ya que por haber llegado unos minutos tarde tuvo que dejar su auto estacionado en otro lugar un tanto apartado del restaurante.

Sacó su celular cuando lo sintió vibrar en el bolsillo de su abrigo, y sonrió cuando vio que era una historia de Alexia donde la etiquetaba, poniendo que estaba contenta por el regreso de la castaña.

Una vez que estaba más cerca de su auto, lo desbloqueo con la llave y fue a abrir la puerta del piloto, pero un golpe que venía detrás de ella hizo que se girara inmediatamente.

Ahí, delante de ella, se encontraba un chico tirado en el suelo boca abajo.

Catalina se asustó y se acercó rápidamente para comprobar que el chico estuviera bien, aunque lo dudaba por el golpe que se había dado, y preguntarle si necesitaba ayuda.

— Ey — se agachó para poder estar más cerca del chico —. ¿Estás bien? Tremendo golpe te diste.

El chico solo gruñó en respuesta y se dio la vuelta, haciendo que Catalina se levantara al instante cuando se dio cuenta de quien se trataba. De todos los escenarios posibles que se había imaginado de un posible encuentro con Pedri, él cayéndose de cara al suelo y borracho no se le había cruzado pero ni en sus mas bizarros sueños.

La castaña sintió una mezcla de emociones al ver al canario en tal estado. No sabía que hacer, si acercarse nuevamente y ayudarlo o dejarlo tirado y que se las arregle sola. Pero sabía que se iba a culpar si se enteraba que a Pedri podría llegar a pasarle algo malo por no haberlo ayudado y haber tenido la posibilidad.

Así que, y tragándose su orgullo, se acercó nuevamente al canario y se volvió a agachar para poder mirarlo bien.

— Pedri — dijo su nombre después de años de no haberlo pronunciado, sintiendo un sabor agridulce en su boca.

Pedri, por su parte, estaba en su mundo. Miraba el cielo y murmuraba alguna que otra cosa incoherente y sin sentido. Pero cuando escuchó aquel acento tan característico y que se había vuelto uno de sus favoritos —después del canario, claro está— dirigió sus ojos vidriosos hacia la castaña.

𝐅𝐀𝐋𝐋𝐈𝐍𝐆 | Pedri GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora