— ¡Número ocho, Pedri! — se escuchó por los altavoces del Camp Nou.
Después de aproximadamente dos meses sin poder jugar por su lesión, Pedri volvió a la cancha para demostrar su talento y hacer lo que más amaba. ¿Y que mejor que volver marcando un gol?
Después de que sus compañeros se hayan acercado hacia él para celebrar el gol, el canario hizo su típica celebración para posteriormente volver al partido.
Luego de que hayan pasado los noventa minutos, más los cinco que había agregado el árbitro, este último dio por finalizó el partido con la victoria del conjunto azulgrana. Los jugadores se dedicaron a aplaudir a la afición mientras estos cantaban «Un día de Partit».
Pedri se acercó hacia donde su familia lo estaba esperando junto con Catalina. Se acercó primero a su madre, quien lo abrazó fuertemente mientras le susurraba lo orgullosa que estaba de él. Luego abrazo a su padre y hermano, quienes lo felicitaron también, y después se acercó hacia la castaña, que estaba un tanto apartada para no molestar el momento familiar.
El canario sonrió cuando la vio y no dudó en acercarse a ella, pasando sus brazos por el cuello de ella y atrayéndola hacia él. Catalina le correspondió el abrazo, pasando sus brazos por la cintura de él. Pedri se separo un poco dejando sus rostros los suficientemente cerca haciendo que sus respiraciones se mezclaran.
Y el isleño, en un momento de adrenalina pura, posó sus manos en los cachetes de Catalina, y no dudó en acerca su boca a la de ella, fundiéndolos en un beso. En su primer beso.
Catalina, por su parte, quedó un tanto asombrada por aquella reacción por parte del mediocampista. Se esperaba cualquier cosa menos eso. Y por más de no lo diga en voz alta, le había gustado. Era como si sus bocas fueran piezas de un rompecabezas, encajando a la perfección.
Se separaron por la falta de aire, y Pedri dejó un beso en la frente de la argentina para después seguir a sus compañeros hacia el vestuario. La castaña miró hacia la familia de Pedri; sus padres los miraban con una sonrisa al igual que Fer, pero la de este último tenía una pizca de picardía.
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