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Miguel iba a matarlo.

Andrés miró su reloj y formó una mueca. Ya era la una de la mañana; él había prometido que llegaría a casa antes de medianoche.

Preparándose mentalmente para lo que venia, abrió la puerta silenciosamente; o bueno, lo intentó. Bruno era de sueño ligero y no quería despertarlo. Cerró la puerta, estremeciéndose cuando crujió. Mierda.

-¿Sparta?-. escuchó decir a Miguel, frotándose los ojos y sentándose en el sofá.

Andrés miró a los gemelos, no parecían haber despertado. Se acerco a su cuidador. No le tomó mucho tiempo, el departamento era pequeño.

Miguel tenia el ceño fruncido profundamente con una expresión triste en su rostro.

-Lo siento, Mike-. dijo Andrés antes de que él pudiera decir nada -No pasará nuevamente, en serio. No podía volver antes. Hoy fue un día tranquilo y no conseguí muchas propinas. No tenia el dinero para pagarte esta semana y tuve que quedarme hasta que lo tuviera.

Miguel no cambió su mirada. Él suspiró -Sparta, entiendo tu situación y esa es la única razón por la que sigo aquí pero debes entender la mía tambien. Tengo una familia, pero estoy aquí más de quince horas al día cuidando a dos niños de cuatro años. No me pagas lo suficiente para eso.

-Voy a buscar otro trabajo-. respondió Andrés rápidamente, tratando de retener el pánico en sí. -Lo encontrare, Mike y te pagaré más.

Él suspiro de nuevo, negando suavemente. -Me dijiste lo mismo el mes pasado, Sparta-. Dirigió su mirada a los gemelos-. Sabes que admiro tu dedicación a tus hermanos, pero solo tienes veinte años, te mereces algo mejor; ellos tambien. ¿Por qué no les encuentras una familia?

-No-. dijo, su voz tensionada-. Ellos ya tienen una familia. Me tienen a mi.

-Te ven poco, Sparta. Preguntan por ti todo el tiempo. Te extrañan.

Andrés miró hacia ellos. Teo y Bruno dormían enroscados, sus mejillas regordetas casi chocándose.

Se le formó un nudo en la garganta. -Los extraño tambien-. Miró a Miguel. -Por favor, Mike, encontrare una solución. Esto no volverá a suceder-. Sacó su billetera del bolsillo y le dio todo lo que tenia. -Toma, Mike, muchas gracias.

Él negó, pero acepto el dinero -Piensa en lo que dije, Sparta-. Dijo antes de tomar sus cosas y salir del departamento.

Andrés cerró la puerta y volvió a la cama. Se arrodilló, colocó su barbilla en el colchón, y miró por un largo momento a los gemelos. Parecían pequeños angelitos.

Andrés cerró los ojos. Estaba tan cansado, pero dormir era la última cosa en su mente. No necesitó abrir el refrigerador para saber que casi se habían quedado sin comestibles; sabía de memoria en cuento se agotaban. Ellos no tendrían nada que comer pasado mañana.

La desesperación inundó su cansada mente. Luego vino el resentimiento y la ira, pero se fueron rápidamente como llegaron. Estar enojado con sus padres por dejarles numerosas deudas, morir y dejarlos sin un euro no era totalmente su culpa. Él no iba a permitirse el lujo de perder el tiempo deprimiéndose. Necesitaba dinero. Ahora. ¿Pero cómo? Ya tenia dos trabajos.

-¿Sparta?

Andrés abrió los ojos . Uno de los niños ya no dormía. Una oleada de pánico lo recorrió cuando se dio cuenta de que no podía distinguir si era Bruno o Teo, la capucha de gato no le dejaba ver el cabello del niño. ¿Era Bruno o Teo?

-¿Bebé?-. intentó decir con el nudo aún en su garganta.

Él niño se sentó lentamente, con cuidado de no despertar a su hermano y Andrés se calmó. Era Teo; él era más maduro y considerado que Bruno, que frecuentemente era como una bola de energía sin dirección.

Teo se acercó a él, y Andrés lo levantó en sus brazos -Hey, gatito-. Susurró, besándolo en la sien y respirando su tranquilizante aroma.

-Estás en casa-. Dijo Teo, envolviendo sus pequeñas manos alrededor de su cuello. -Te extrañe.

-Yo tambien-. murmuró, acariciando su espalda. -Lo siento, ¿Te divertiste mientras estuve afuera?

Teo asintió. -Jugamos mucho, pero el viejo no nos dejó salir afuera.

-No llames así a Mike-. Tuvo que reprimir una sonrisa. -¿Algo más?

-Un hombre alto vino despues del desayuno. Tenía una carta para ti, pero el viejo no nos tocarla.

-Una carta, ¿eh?-. Andrés se puso de pie, sosteniendo a Teo junto a su pecho, y caminó a su escritorio. -Vamos a ver.

Tomó la carta y volvió a la lámpara en la mesa de noche. Su mirada se dirigió al remitente y su estómago se contrajo cuando vio de quien era.

-¿Qué es?-. preguntó Teo.

Andrés abrió el sobre, sacó el pedazo de papel en el interior y comenzó a leer. "...calificaciones insuficientes..." "...esperamos una mejora, si no es el caso..." "...la beca será revocada..."

El papel se le cayó de las manos y no se dio cuenta, su mirada pérdida hacia delante.

-¿Sparta? ¿Algo malo pasó?

Miró a los abiertos ojos de Teo y forzó una sonrisa -No, gatito. Todo está bien-. y lo abrazó mas fuerte.

Al menos pagó la cuenta del mes.

MORBOSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora