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El Profesor López era un idiota y un obsesionado por el cafe. Al menos eso fue lo que pensó Andrés, cuando el hombre ignoró a Andrés y siguió caminando enojado porque según el profesor "era su hora de tomar café y no de tener charlas con alumnos irresponsables".

-No hay nada que discutir, Saavedra,- dijo López bruscamente, caminando más rápido. -La asignación se debía entregar ayer. No voy a hacer una excepción por ti. Es tu propia culpa. ¡Tú eres irresponsable! La termodinámica es la rama más importante de la ciencia y tú no lo entiendes. Si fallas en mi clase, que parece ser cada vez más probable, será merecido-.

Andrés hizo una mueca. Sí, era realmente su propia culpa. No debería haber pasado tanto tiempo estudiando para su tarea de Programación de sistemas, tratando de impresionar a Coronel. No lo había exactamente impresionado.

-Pero...-

-Deja de poner a prueba mi paciencia, Saavedra,- López dijo bruscamente, sacudiendo la cabeza. -¿Qué está mal con los estudiantes en estos días?- Y López comenzó a despotricar sobre el sentido de amor propio, la falta de atención, y la falta de humildad de los estudiantes, viéndose más molesto a cada minuto, y Andrés se dio cuenta de que no había manera de que López le diera más tiempo para completar la tarea.

-Trollino- llegó una voz familiar desde detrás de ellos.

Andrés se tensó y no miró en su dirección. Maldita sea. Coronel era la última persona que quería que presenciara esto.

-¿Hay algún problema?-, dijo Coronel.

-¡Lo hay! ¡Y llámeme Javier!-, reclamo, Coronel rodo los ojos -¡Este muchacho es perezoso e irresponsable!-, dijo López . -¡Él no hace sus deberes a tiempo y ahora me pide que le de unos días más! ¿Cómo va a ser ingeniero cuando él no puede siquiera arreglárselas para pasar los cursos básicos?-

Andrés quería que la tierra se lo tragara. Coronel era el hombre más inteligente que él alguna vez había conocido. Probablemente pensó que Andrés era tan tonto. No es que importara lo que él pensara... excepto que importaba. Muchísimo.

-Tenía la misma opinión que tú, Trollino-, dijo Coronel, su voz indiferente. Javier, más conocido como López, frunció en ceño por el apodo. -Pero Saavedra ha mostrado cierta mejoría en las últimas semanas. Dale un día. Si se retrasa de nuevo, repruébalo-.

La mirada de Andrés chocó con él. No había manera de que pudiera hacerlo en sólo un día. -Buena idea-, dijo López . -Un día, Saavedra.-

-Pero-...-

López  lo fulminó con la mirada. -Un día.-

Frunciendo los labios, Andrés asintió y se fue.

Sus pies lo llevaron a la oficina de Coronel. La puerta estaba sin seguro, y él entró.

Andrés apoyó la cadera contra el escritorio y se metió las manos en los bolsillos.

No tuvo que esperar mucho.

Coronel no parecía sorprendido de verlo, pero parecía ocupado, cargando una pila de trabajos.

-No deberías haber hecho eso-, dijo Andrés. -No hay manera de que pueda lograr hacerlo para mañana.-

-¿Por qué?- Coronel puso los papeles sobre la mesa y se sentó.

Andrés se encogió de hombros, mirando a sus botas. -Soy estúpido.-

-Tú eres un estudiante becado.-

Los labios de Andrés retorcidos. -Sí. Yo solía pensar que era bastante inteligente, pero... pero no lo soy. La mayor parte de las cosas que López y tú enseñan pasan de largo por mi cabeza. En un momento creo que entiendo termodinámica, al siguiente, no tengo ni puta idea de lo que está sucediendo. Realmente debo ser tonto.- Andrés agarró el borde del escritorio. -Me siento como un perdedor a veces, ¿sabes? No puedo encontrar un trabajo decente, no puedo comprarle a mis hermanos las cosas que necesitan, y ahora esto. Me siento tan inútil y estúpido, y... yo sólo... yo sólo... olvídalo.-

Hubo un largo silencio.

Sintió la mirada de Coronel en su nuca.

-No soy bueno consolando a la gente-, dijo Coronel, irritado.

Andrés se volvió hacia él y forzó una pequeña sonrisa. -Está bien. Me sorprende que no me hayas echado a patadas todavía-.

Los labios de Coronel se adelgazaron. Tenía una expresión muy amarga en el rostro. -Ven acá.-

Andrés nunca se había movido tan rápido en su vida.

Se subió al regazo de Coronel, puso su cabeza en su hombro y cerró los ojos. Los fuertes brazos de Coronel se apretaron a su alrededor, y Andrés suspiró de placer. Se sentía tan bien. Justo lo que necesitaba. Lo asustó - que necesitara esto - pero lo hacía. Se sentía casi mejor que el sexo.

-Te estás volviendo suave, profesor,- murmuró con una sonrisa, respirando su aroma. Era familiar y extrañamente reconfortante.

-Cállate, Sparta- dijo Coronel, sonando aún más molesto, si eso era posible.

Andrés abrió un poco los ojos -¿Sparta?-, un brillo se mostró en sus ojos.

Coronel desvió la mirada -Dejaste que un ex criminal usara tu apodo-.

Andrés sonrio. -Raptor-, Coronel miró la sonrisa traviesa de Andrés, atento.

-No me llames así en público-

-Bien-. Él acarició el cuello de Ari. -Cinco minutos. Entonces puedes patearme fuera y vamos a pretender que esto nunca sucedió-.

Coronel suspiró. -Muéstrame la asignación.-

La boca de Andrés se abrió. Levantó la cabeza y miró a Coronel. -¿De verdad?-

-No lo haré por ti, Sparta-, dijo Coronel, ajustando su mirada en él. -Pero voy a explicarte lo que no comprendas.-

Andrés sonrió y lo besó.

MORBOSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora