#18

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Los niños se quedaron dormidos a las nueve de la noche, justo después de que Andrés volviera del trabajo.

Después de eso, Andrés pasó una hora tratando de hacer que el aspecto lamentable del departamento se viera semi-presentable. Al final, se dio por vencido considerándolo como una causa perdida y se dio una ducha rápida. Poniéndose unos viejos shorts azules, Andrés se estaba secando a sí mismo cuando alguien llamó despacio en la puerta.

Descalzo, Andrés fue en puntillas hasta la puerta y la abrió.

La mirada fuerte de Coronel inmediatamente en su pecho desnudo, sus pezones, su ombligo, antes de quedarse en los shorts que caían bajo en sus caderas.

Andrés se aclaró la garganta silenciosamente y Coronel miró su cara.

En la penumbra de la habitación era difícil de leer su expresión.

Andrés apretó un dedo en sus labios y señaló a la cama de las chicas.

Coronel asintió secamente.

Andrés le tomó la mano, tiró de él dentro, y cerró la puerta. Luego guio a Coronel hacia su habitación.

Era la única habitación en el departamento. Cuando recién se habían mudado, Andrés tenía la intención de convertirla en el cuarto de las niñas, pero era fría y húmeda, por lo que había terminado por tomarla él mismo.

La habitación también era pequeña y carente de cualquier mueble, además de una cama y un escritorio angosto. Andrés se habría sentido más avergonzado si Coronel estuviera en realidad mirando a su alrededor, pero no parecía interesado en su entorno mientras él despacito cerró la puerta y miró a Andrés a la tenue luz de la lámpara.

Coronel comenzó silenciosamente a desvestirse.

El corazón de Andrés latía más rápido y de hecho podía oír su propia respiración, desigual y temblorosa. Él se quedó quieto y observo, su piel cálida, su verga dura y pesada en sus calzoncillos.

Por fin, Coronel estaba desnudo. Luciendo completamente inconsciente de sí, él se acercó a la cama, se sentó y se dio unas palmaditas en la rodilla, la tensión saliendo de él en oleadas. Su erección permanecía larga y gruesa contra una mata de bello oscuro en su ingle.

Andrés apartó la mirada, se deslizó fuera de sus shorts y caminó hacia Coronel.

Dudó.

Sus ojos algo caídos, Coronel tomó su brazo y lo tironeó a su regazo.

El resto era un borrón de calientes besos y toques, y tanta piel. Andrés nunca se había sentido tan fuera del control por el deseo, incapaz de pensar, sin poder hacer otra cosa que sentir y desear.

Cuando finalmente se dejó caer contra la verga de Coronel, el profundo alivio fue abrumador. Él gimió. La plenitud, la intimidad era enloquecedora y aterradora por su intensidad. Coronel gruñó, tirando de Andrés más fuerte contra él, sus pechos rosándose entre ellos.

Mirando dentro de los ojos oscuros, Andrés se movió. Fue tan excitante ver los ojos de Coronel entrecerrarse, la forma en que su cabeza se sostenía con su espalda arqueada.

Andrés abrió sus piernas un poco más, ajustando su postura mientras tomaba tan profunda y dulce, la longitud caliente de su maestro, que le quemaba de adentro hacia afuera. Miró hacia abajo en medio de sus cuerpos, fascinado por el movimiento de sus propias caderas mientras continuaban girando en su lugar. Vio las manos de Coronel - grandes, y cálidas, y fuertes en sus caderas - dirigir el movimiento como él lo quería, guiando a Andrés montándolo mientras la propia verga de Andrés se quedó sin ser tocada entre ellos; estaba enrojecida y gruesa, la humedad reluciente y deslizándose por su eje.

Los pulgares de Coronel acariciaron sin pensar en sus huesos de la cadera, su lengua trazando una franja húmeda en su cuello mientras su verga extendía a Andrés tan condenadamente bien. Tragándose sus gemidos, Andrés empujó hacia abajo para aumentar la presión y tomarlo completamente. La sensación del estómago duro de Coronel deslizándose contra la carne dolorida de su verga hizo a Andrés gemir, y él se aferró de los hombros de Coronel un poco más apretado mientras abandonaba las rotaciones con su pelvis y comenzaba a deslizarse hacia arriba y abajo en la verga de Coronel, duro y rápido, con ganas de más, más profundo, más.

Tampoco podía respirar bien y ambos necesitaban todo más duro y más rápido, y pronto Coronel estaba golpeando sus caderas para encontrarse con Andrés en cada embestida, y Andrés jadeaba cada vez que Coronel golpeaba su próstata, estrellas chisporroteando detrás de sus ojos. Coronel gruñía, sus músculos trabajando mientras él levantaba a Andrés y lo bajaba sobre su verga, y joder, su fuerza era tan excitante, y Andrés lo quería, lo quería, lo quería.

Coronel se corrió primero, y Andrés lo siguió poco después, sacudiéndose su camino a través del orgasmo y hundiendo sus dientes en el hombro de Coronel para amortiguar sus gemidos.

Andrés solamente era vagamente consciente de Coronel levantándolo y poniéndolo sobre su espalda: sus párpados crecientemente pesados, su cuerpo lánguido con el placer.

Justo antes de que se quedara dormido, se dio cuenta de que no se habían dicho ni una palabra el uno al otro desde que Coronel entró en el departamento.

MORBOSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora