#26

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Andrés se despertó en medio de la noche, temblando.

Se acurrucó más profundo debajo de las sábanas. La habitación estaba fría y húmeda, como de costumbre, pero era más difícil de ignorar después de semanas de compartir el calor corporal con otra persona. Echaba de menos estar cálido.

Andrés suspiró, giró sobre su estómago y abrazó la almohada, enfadado consigo mismo. Esto se le estaba yendo de las manos. Suficiente. Al carajo con Coronel y al carajo con su estúpido cuerpo cálido. Al carajo con él.

Pero no importaba lo que se dijera, el dolor en el estómago todavía estaba allí. El hambre. La necesidad que iba más allá del sexo. Quería el cuerpo de Coronel junto a él, grande y caliente. Incluso quería oír sus comentarios mordaces, sentir su aliento contra su piel.

Andrés se tensó y levantó la cabeza. Podría haber jurado que oyó voces procedentes de la sala. Pero sus hermanos no podían estar despiertos, ¿verdad?

Con el ceño fruncido, Andrés salió de la cama, temblando violentamente mientras el aire frío golpeó su piel, y encaró hacia la puerta. Había luz en la sala, pero no significaba nada: él había dejado la lámpara, ya que los gemelos tenían miedo a la oscuridad.

Andrés abrió la puerta sin hacer ruido y se congeló.

Coronel estaba sentado en el suelo junto a la cama de los niños, uno de los gemelos en su regazo.

El corazón de Andrés comenzó a latir en su pecho.

Él estaba de vuelta.

Él estaba de vuelta.

-¿Dónde estabas?-, dijo su hermano, frotándose los ojos adormilados con una mano mientras con la otra jugaba con la corbata de Coronel. Era Bruno. Coronel parecía tener alguna debilidad por Bruno, aunque era extraño que Coronel estuviera tolerando esto incluso de Bruno.

Eso fue hasta que Andrés estudió la cara de Coronel. Incluso en la tenue luz de la lámpara, su rostro se veía, extrañamente, con la guardia baja y cansado.

-Yo estaba visitando a mi familia-, murmuró Coronel.

Bruno se chupó el pulgar. -Me acuerdo de tu familia. A tu papá no le gustamos mucho.-

Una extraña expresión cruzó el rostro de Coronel. Él no dijo nada.

-Sparta dijo que estabas haciendo una nueva familia.-

Coronel se tensó visiblemente. -¿Lo hizo?-

Bruno asintió. -Él estaba muy triste.-

Andrés se sintió ruborizarse. ¿Tenía que decirle eso?

Coronel tenía una extraña expresión en su rostro. -¿Lo estaba?-, Murmuró.

-Yo estaba triste, también-, dijo Bruno. -No entiendo. ¿Por qué quieres una nueva familia? Nos tienes a nosotros-.

Niños, pensó Andrés, mordiéndose el labio. No tenían miedo. En cierto modo, los niños eran más valientes que los adultos.

Coronel abrió la boca y volvió a cerrarla. Era la primera vez que Andrés le había visto quedarse sin palabras. La garganta de Coronel convulsionó antes de que él le dijera a Bruno, -No te preocupes, no voy a estar haciendo una nueva familia.-

Andrés exhaló.

-¿No se supone que deberías estar durmiendo, enano?-

Bruno estudió a Coronel seriamente con sus grandes ojos avellana. -Estás triste, también. ¿Algo malo pasó?-

Una sonrisa sin sentido del humor retorció los labios de Coronel. -Podrías decir eso.-

-Cuando yo estoy triste, Sparta me abraza y ya no me siento tan triste. ¿Quieres un abrazo?-

Andrés esperaba que Coronel rechazara la oferta con una sonrisa burlona.

Él no lo hizo. Él no dijo nada.

Tomando su silencio como un sí, Bruno se puso de pie y puso sus cortos brazos alrededor del cuello de Coronel. Coronel tuvo que sostenerlo.

Andrés miró las grandes manos de Coronel en la espalda de su hermanito, y luego a su rostro en blanco, estoico.

Silenciosamente, cerró la puerta y se dirigió de nuevo a la cama. 

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