Parte 1

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RENACER A OSCURAS

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HELLA

La suavidad de la cama me abre los parpados y pestañeo varias veces tratando de adaptarme a luz. ¿Morí? ¿así se siente morir?

Las paredes blancas me confunden, el pitido de una maquina me molesta y siento que no me encuentro. Pensé que era diferente, morir.

La garganta me arde y los labios los tengo resecos. La pregunta surge sola como si fuera lo único que llenara mi cabeza por entero ¿Estoy en el cielo?

Uno, dos, tres... me percato de los latidos de mi corazón.

Pum pum pum pum pum pum pum pum pum.

Aprieto los parpados, las pulsaciones se me han elevado y no debería ser así, elevo la mirada cuando los recuerdos llegan de golpe y las lágrimas se liberan al evocar el momento previo a la caída.

Sus lágrimas, suplicas, el último grito y los ojos azules.

Pum....pum....pum ...

Intento moverme, pero siento que no tengo cuerpo y el pánico me ataca cuando elevo mi cabeza desesperada viendo la cantidad de alambres en mi cuerpo.

El galope contra mi tórax me pone a ver negro y...

Pum pum pum pum pum pum pum pum pum

—Tranquila—aparece una chica a la cual le quiero hablar, pero no puedo, como tampoco respirar—tienes que respirar Hella.

Aire no llevo a mi sistema, el mundo se me mueve, me siento atrapada y no quería estar atrapada, yo solo quería morir.

—Va entrar en paro—avisa la chica a la que miro con ojos bien abiertos, muerta del pánico.

Siento que las venas se me van a explotar, el rostro se me incendia e intento respirar, pero me es imposible con las imágenes que llenan mi cabeza enviándome a la penumbra no sin antes ver a la mujer que me habla, pero no logro entenderle.

Caigo, solo sé que la oscuridad me abraza y en ella me siento bien.

Mis ojos se abren adaptándose a la luz, me siento confundida, desorientada, no tengo recuerdo de nada y miro a la puerta cuando esta se abre permitiéndome ver a una mujer vestida de blanco con un gorro del mismo color en su cabeza.

Conecto mis ojos con los suyos.

Y no se porque siento este vacio en el pecho.

—Oh Dios mío.

Exclama cerrando la puerta, me inclino para hablar, no quiero que me deje sola, pero se va. La zozobra me ataca e humecto mis labios, me muevo, pero el cuerpo me duele y apenas puedo alzar la cabeza captando los picos verdes a través del cristal.

Me duele la cabeza, los parpados me siguen pesando y las aves blancas que adornan el firmamento azul me dan cierto aire de tranquilidad porque al parecer estoy en el cielo.

La puerta nuevamente se abre. No pensé que el cielo tuviera puerta, habitaciones, cama, pensé que sentiría paz, pero por alguna razón no solo me duele el cuerpo, también el corazón.

—Mi paciente favorita—la puerta se abre dándole paso a un hombre con bata blanca y no entiendo nada—¿como te sientes Hella?

El nombre es un golpe seco a la conciencia, los latidos se me aceleran y miro a todos lados confundida, paso saliva cuando mi mente comienza a lanzar la chispa que trae los recuerdos que me atormentan.

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