PECADO

PARTE 35

DESTRUCCION

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HELLA

La oscuridad se desgarra como un velo, y mi mente emerge de las profundidades. Todo mi cuerpo duele, el dolor en mis muñecas persiste, pero ahora puedo sentir más: el frío del metal contra mis pechos, la rigidez de mi cuerpo y la punzada de dolor en ciertas áreas de mi piel.

Abro los ojos y me encuentro en una habitación de metalizada, acostada boca abajo con las manos atadas y las paredes distorsionan la luz que se filtra desde fuera por las rendijas de ventilación. Estoy acostada en una camilla, las manos atadas con correas ásperas y sacudo mi cabeza con la confusión que se aferra a mí, como si hubiera estado atrapada en un sueño febril.

Recuerdo mi apartamento, la noticia que cambió todo. Pero después los hombres irrumpiendo de la nada, los impactos en mi cuerpo, la mano de Kolja y después nada...

Los hombres enmascarados, sus voces guturales, el olor a metal y sudor.

Me muevo pero se ven imposibles las ataduras mientras el desespero me apuñala cuando pienso en Kolja, no lo veo junto a mi y el estar así, me devuelve a ese momento, la jaula, mis hermanos, la sangre...el científico.

Dios otra vez no, matame esta vez pero no me hagas pasar por lo mismo una vez mas.

Intento moverme, pero mi cuerpo está entumecido. La consciencia regresa en oleadas, como si mi mente estuviera luchando por romper las cadenas que me mantiene atadas a no se que, pero me asusta porque me hace sentir vulnerable y ni de niña me sentí así.

El miedo no me deja respirar porque me encuentro indefensa pero la necesidad de escapar me impulsa. Mis ojos buscan una salida, una fisura, la habitación parece expandirse y contraerse, como si respirara a mi alrededor y debo calmarme ya que estoy atrapada en su pulso irregular que me desorienta.

Mi mente solo repite un solo nombre, una y otra vez...Kolja, lo que debe estar pasando, me lo deben estar torturando y no tardaran en venir por mí. Las lagrimas se me derraman con el miedo que se me enrolla en el pecho y lucho con las ataduras en mis muñecas con desesperación.

Respiro hondo calmándome, siento que me voy a volver loca, que perdere la razón en cualquier momento porque no voy a permitir que la historia se vuelve a repetir porque ahora no soy una víctima.

Intento liberarme pero todo es en vano y el desespero se vuelve mas intenso con todo lo que se me viene a la cabeza como un torbellino.

Me quedo quieta cuando abren la puerta y cierro mis ojos sin saber quiénes han ingresado.

—Mírala, está demasiado hermosa la condenada—escucho hablar a uno de los hombres y lo peor estar desnuda, es estar consciente de eso y no poder hacer nada.

—No te metas en problemas—le dice el amigo.

—Sabes hace cuanto no pruebo una belleza como esta—trago grueso al sentir su mano en mi tobillo y sube lentamente por mis pies dándome asco—es muy linda y tiene un cuerpo perfecto.

—Déjala tranquila, si el jefe se entera, te ira mal—pese a las advertencias no se detiene y el asco me aborda al sentir como estruja mis glúteos—Will.

—Ya cálmate—me suelta y agradezco porque su tacto es desagradable—esta dormida, no puede escuchar o sentir nada y es perfecto para mí.

—No creo que eso sea bueno.