Parte 3

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ANGELES DE LA MUERTE

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HELLA

Las piernas se me mueven dando un paso atrás, los ojos de mi prima me detallan y no pareciera sorprendida, por el contrario, es como si lo estuviera esperando mientras yo sin razón, estoy metida en bucle que me corta la respiración.

Es como si estuviera fuera de este mundo, en el espacio y por más que mi mente me dice respira. Lo único que capto son los latidos acelerados de mi corazón y las lágrimas que se me desbordan en medio del frio que golpea mis huesos.

—Hella, soy...

—No—se me acerca y alzo mi mano derecha creando la brecha que nos separa—aléjate de mí.

Tiemblo, siento que me desvanezco con sus ojos sobre mí y mirada llena de tristeza que lanza.

—Soy yo—siento que el mundo me aplasta.

Sé que es ella, lo que no comprendo es que hace aquí. No quiero que nadie me vea, los latidos se me descontrolan y salgo corriendo huyéndole a mi prima queriendo despejar mi mente.

Siento que no estoy respirando, me siento pequeña y las lágrimas se me derraman cuando paso las puertas del edificio donde se encuentra Susan.

Necesito explicaciones, sé qué camino tomar y subo la cremallera de mi abrigo respirando hondo, con el dorso de la mano me limpio las lágrimas y parpadeo varias veces para aclarar mi vista. Esta borrosa y paso el cumulo de sensaciones que me aglomeran en la garganta.

Me acerco a la puerta de Susan, tengo que hablar con ella porque es la única que me puede decir que hace mi prima aquí... Mala, ella no pertenece a este mundo.

—Debemos tener cuidado, aun no puedo enterarse de la verdad—habla un sujeto y creo, no sé, esa voz me resulta familiar, como si ya lo hubiese escuchado antes—y será tu responsabilidad.

—Ha respondido como es debido, no te preocupes que sus avances son muy buenos y no se enterara, eso podría desenfocarla, yo más que nadie lo tengo claro.

¿Hablan de mí? No entiendo nada, el zumbido en mi oído se vuelve agudo por eso decido abrir la puerta acabando con esta angustia.

—Perséfone—Susan se pone de pie, pero el hombre sigue sentado dándome la espalda—¿Qué haces aquí niña?

—Viene a buscar respuestas—dice el hombre y esa voz, sé que la he oído en algún momento de mi vida—y es lo que vamos a darle.

—Aun no—dice Susan—es pronto

—¿Pronto para qué? —me acerco en lo que el hombre se gira.

Es ahí donde puedo detallar mejor al hombre robusto de cabellos dorados. Sus ojos son claros tan miel y su porte bastante desafiante.

—Y tu quien eres—empino mi mentón mirándolo—que es eso que yo debo saber.

—Mi nombre es Armand Kaminski—se arregla el traje—y si quieres respuestas sígueme.

Miro a Susan no me dice nada. Al parecer es mi decisión y no tengo dudas sobre eso. Aparto la mirada de Susan que se cruza de brazos y sigo al sujeto que abre saliendo de la oficina de mi Psicóloga.

Me están ocultando algo y yo quiero saber que es. Todo aquí es demasiado raro y aunque no me había detenido a pensar en muchas cosas, la llegada de mi prima enciende la llama de las preguntas que necesitan respuestas y prontamente.

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