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Se despertó relajado y cálido, hace tiempo no había podido dormir así de bien, hasta que sintió unos brazos envolviendo su cintura y la realización de lo que había pasado la noche anterior lo golpeó con fuerza.

Estaba desnudo, con Minho durmiendo apoyado en su espalda, abrazándolo con su calor.

Había tenido sexo con él y aunque quisiera negarlo fue exactamente como le gustaba, Minho lo había hecho tocar el cielo.

¿Cómo lo vería a la cara ahora y le diría que lo odiaba, cuando lo tuvo gimiendo sobre él horas atrás?

Se levantó con cuidado de no despertarlo y fue a darse una ducha, necesitaba acomodar un poco sus pensamientos.

Sintió el agua tibia caer sobre su rostro, sobre su cuerpo, todavía podía sentir el tacto de Minho sobre su piel. Y si no lo sentía, las marcas en su piel eran suficiente recordatorio. Y no sólo las marcas, sino también lo que en ese momento escurría por sus muslos. Claro, Minho lo había limpiado superficialmente, pero aún estaba lleno de él.

Suspiró, no sabía qué iba a hacer ahora y si lo que habían hecho cambiaba su trato.

Estaba tan inmerso en sus pensamientos que no escuchó la puerta abriéndose. Se exaltó cuando sintió otra vez esas manos grandes sosteniendo su cintura y ese pecho fornido que tanto rasguñó la noche anterior, apoyarse en su espalda. Piel con piel, tan caliente.

—Deja que te limpie bien ¿Sí?

Asintió despacio mientras volvía a sentirse lleno, ésta vez por los dedos del mayor que rascaban su interior limpiando su corrida. Mierda. Era tan bueno.

Oh, por favor, que no mire para abajo.

—Solo te estoy limpiando— dijo el mayor, riéndose despacio detrás del oído de Jeongin, causando un escalofrío en todo su cuerpo —y ya estás duro otra vez ¿Tan bueno es?

Sintió dos, tres, cuatro besos en la curvatura de su cuello y le fue inevitable no empujarse un poco más contra su mano, quería más, necesitaba más.

Los dedos se deslizaron de su interior, con su agujero cerrándose en la nada.

—Minho…— dijo cuando sintió una dureza apretándose contra él.

—¿Qué necesitas, amor?

Y Jeongin sólo pudo empujar su cadera hacia atrás, desesperado por estar lleno otra vez.

—Usa palabras, Jeongin. Pídelo y te lo daré, te daré todo lo que quieras.

No quería humillarse otra vez, pero había algo en la voz melosa del mayor que lo embriagaba, que lo hacía caer en cuenta de que si Minho le hablara así, él también le daría todo lo que quiera.

Yang había tenido sexo, mucho sexo con San. Y sí, habían descubierto juntos lo que les gustaba, probaban cosas nuevas, pero nunca dejó de ser sexo tranquilo y un poco tímido. Jamás fue descarado con su ex porque no creía que pudiese serlo.

Se sorprendió a sí mismo cuando llevó sus manos a sus nalgas y las separó, mostrándose ante Minho, mirándolo sobre su hombro con ojitos suplicantes y pidiéndole —Aquí, Min, por favor, mételo aquí.

La forma en la que el mayor arremetió contra su interior lo hizo gritar de placer. Era tan bueno, tan grande, tan agresivo dentro suyo. La mano que sostenía con fuerza su cadera y la otra que rodeaba su pecho evitaban que se desplomara en el suelo de la ducha.

Minho era duro con sus embestidas y tan gentil en su toque. Estaba nublado en su gozo, sólo podía gemir y entregarse, no servía para nada más en ese momento.

—Te abrí tanto para mí anoche y sigues tan apretado, Innie, es increíble…— le dijo soltando su cadera y rodeándolo con sus dos brazos.

Minho lo apretaba contra sí, lo quería aún más cerca. Y Jeongin sólo quería fundirse en él.

Se corrió en tiras contra los azulejos de la ducha con un grito desgarrador, cerrando su cuerpo y haciéndose chiquito en los brazos de Minho.

Y el mayor acabó dentro suyo, atrayéndolo otra vez y besando sus hombros, su espalda, su nuca.

—Tan bueno, Innie… tan perfecto…— dijo entre besos mientras regulaba su respiración —deja que te limpie de verdad ésta vez, quédate quieto un rato más.

(...)

Pasaron el último desayuno en la mansión Kim entre miradas tímidas y toques bajo la mesa, ninguno de los dos podía concentrarse en la conversación, no después de la noche y la mañana anterior. Estar así ahora, en un ambiente familiar y alegre, cuando aún sentían en sus cuerpos los vestigios de sus encuentros, era por demás confuso.

No se habían llevado bien ni un segundo desde que se conocieron, pero al parecer en el ámbito sexual eran más que compatibles y sí que se llevaban bien.

A la hora de despedirse, Minho pudo ver como Yeonjun atraía a Jeongin para un abrazo, uno demasiado cercano, en su opinión.

Vió como se intercambiaban números de teléfono y sintió una punzada en su pecho al pensar en alguien más poseyendo a Jeongin como él lo había hecho horas atrás.

Nunca había sido posesivo con sus parejas, de hecho mientras más alejadas estuvieran, mejor. No quería enredarse con nadie ni mucho menos dejar crecer sentimientos, por eso pasaba de cama en cama, así era mucho mejor. Pero Jeongin tenía algo, algo que quería poseer. No quería que nadie más viera sus ojos lagrimeantes de placer, ni que alguien más tuviese la dicha de verlo rogar por más.

Sus manos picaban, quería arrancarlo de Yeonjun y dejar en claro que era de él y de nadie más.

Se obligó a alejar sus pensamientos al escuchar al señor Kim.

—Minho, hijo, te llamaré ésta semana para que podamos tener una charla de negocios ¿Te parece?

Oh, Dios, estaba pasando.

—Claro que sí, señor Kim, será un placer.

Llevó su mirada al menor una vez más.

¿Era posible asegurar la fusión empresarial y aún así tener a Jeongin un tiempo más bajo su merced?



































holi

you ruined my life  [ jeongho ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora